Festival In-Edit 2013 (IV): Last days here y el autosabotaje Jorge Acevedonoviembre 28, 2013Blog0 Comentarios El festival In-Edit Nescafé cumple 10 años y, para celebrarlo, exhibirán diez clásicos ya presentes en ediciones anteriores. De aquella selección, nosotros elegimos nuestros favoritos. Last Days Here (EE.UU, 2011) es otra de ellas Si la nueva genial idea en el mundo de los documentales musicales es rastrear algún incomprendido músico, perdido en la nube tóxica del desdén, la locura y/o las drogas, hay material (e interés) de sobra. Eso hermana historias terribles de enfermedad mental (The devil and Daniel Johnston) con ejemplos de persistencia exagerada (Anvil) o mal olfato contextual (A band called Death) sin que se haga mucha énfasis en la música. Al final, equiparar el talento autosaboteado de Johnston con el ñeque a toda prueba de Anvil, tiene sentido cuando el foco es el relato de sufrimiento y redención (con más sufrimiento entre medio, que si no es aburrido) entregado en una cómoda hora y media de butaca de cine. Dentro de esa lógica se inserta Last days here, retrato de la opiácea levedad del ser de Bobby Liebling, cantante y único integrante permanente de Pentagram, algo así como la versión barriobajera y gringa de Black Sabbath. Con un ciclo vital de caídas y semi-levantadas que dura por tres décadas y media, Liebling disfruta las bondades del crack en el sótano de sus padres, hasta la llegada de un fan decidido a reponer la carrera de alguien a quién le importa un carajo la misma. Sean “Pellet” Pelletier comienza, entonces, un calvario de tres años de manager, terapeuta y amigo, mientras Don Argott y Damian Fenton registran la insólita historia del fan que aprende a odiar lo que alguna vez amó. Más que un tributo a la influencia de Pentagram o al genio de Bobby Liebling (que si existe, bien que logra ocultarlo durante la película), Last days here opera como un reconocimiento al poder de la música en la vida de la gente. Ese que unifica a la veintena de integrantes en la historia de la banda, al paciente “Pellet”, a los sufridos directores de la cinta e incluso al mismo Liebling cuando no se autosabotea.