Tras anunciarlo en un post anterior, Jorge Acevedo asistió al show que ofrecieron Battles y The Horrors el fin de semana pasado en Bilbao. Este es su reporte.

A la espera de los grandes festivales del verano europeo, las bandas acumulan kilómetros de carretera y horas de escenario presentando sus últimos trabajos. El fin de semana pasado coincidieron en Bilbao, dos nombres de parecida importancia, aunque disímil estilo. Acá el relato de lo sucedido en el Kafe Antzokia entre matemáticos del rock y góticos regenerados.

BATTLES
Viernes 2 de diciembre

Si algo hay que agradecerle a Battles es haber quitado el ceño fruncido del math-rock. O del post-rock. O del whatever-rock. O como quiera usted llamarle a esa fusión de patrones rítmicos complejos y frases de guitarra entrecruzadas, sin mucho cariño para el auditor promedio. A fin de cuentas, ver al trío neoyorquino en vivo es lo más cercano a una fiesta, dentro de esos límites tan solemnes de buena parte de la música experimental.

Es que donde, generalmente, se impone el gesto adusto y la expresión de “no me molestes, que estoy tocando algo muy serio, que requiere concentración”, Battles optan por armar un escándalo a base de ritmos infalibles (africanos, latinos, “matemáticos” y de donde vengan), referencias a la música electrónica y riffs de guitarra casi-casi tarareables. Y aunque usted no lo crea, también tocando algo muy serio, que, Dios sabe, requiere mucha concentración.

Identifiquemos a los responsables: primero, y en un sitial del honor el tremendo John Stainer y su camiseta mojada tras diez minutos de aporrear metronómicamente su batería. A sus costados, los encargados de entrecruzar líneas melódicas y secuencias en un conjunto complejo, pero (esto sí que es extraño) bastante accesible. Ian Williams y sus ocho manos dedicadas simultáneamente a guitarra y teclados, y Dave Konopka, repartiendo su tiempo entre el bajo y la creación/manipulación de secuencias. No olvidar el inestimable apoyo de los vocalistas invitados a través de las pantallas Led a sus espaldas. A saber, Kazu Makino (Blonde Redhead), el incombustible Gary Numan y nuestro compatriota Matías Aguayo.

Con marcado énfasis en Gloss drop (Warp, 2011), el show de Battles fue una verdadera celebración, desde el mantra percutivo que dio inicio a “Africastle” hasta el supuesto cierre con “Futura”, pasando por la esquizofrenia sonora de “Wall Street”, los apuntes latinos de “Ice cream” e “Inchworm” o el electro pop de “My machines”. También algunos recuerdos de Mirrored (Warp, 2007) aparecieron en una casi irreconocible “Tonto” y en ese bomba rítmica llamada “Atlas”.

El que haya pensado que la ausencia del ex mejor amigo Tyondai Braxton (que abandonó el buque en pleno registro del disco) se iba a sentir en el show o en los temas del primer disco, se equivocó. Porque los de New York armados hasta los dientes de secuencias, con un muy buen uso de las pantallas y el oficio de músicos curtidos en más de una batalla (ya se sabe, Helmet, Don Caballero, Lynx, etc, etc), deleitaron sin problemas a las 300 personas que se acercaron a verlos en uno de aquellos viernes lluviosos marca de casa.

El anti-clímax final con “Sundome” (que incluyó una ovación gigante para Stainer cuando regresó a poner algo de ritmo al bello, pero soporífero entrecruce de secuencias) sirvió para bajar las revoluciones en un Kafe Antzokia ya entregado al goce tribal. Para ceños adustos y oscuridades varias, ya tendríamos la velada siguiente.

THE HORRORS
Sábado 3 de diciembre

Para hablar de “globalización”, “sincretimos culturales” y demases, vaya a su libro preferido de Castells, Beck y amiguis. Lo que diremos acá es sólo la evidente praxis. Nos separarán algunos (poquitos) kilómetros, pero la fauna “indie” es esencialmente la misma en todas partes. A saber, idénticas “gafapastas” (lentes con marco, entiéndase), cortes de la peluquería Siouxsie Sioux y caras de muy, pero muy entendidos, abarrotaban los 2 pisos de la sala de conciertos a la espera de la última sensación “moderna”. Cosa nada de extraña si se podía ver en el momento exacto a una de las bandas más aclamadas del panorama inglés. Sí, señor, los hijos pródigos: The Horrors.

Estos tienen una historia que emocionaría a cualquier talibán indie. Famosos desde su prehistoria por la mejor campaña indie-mainstream posible (videos de Chris Cunnighman, tenidas góticas para asustar a tu abuelita, gratas canciones de garage-gótico), el quinteto de Essex “recapacitó” y ha entregado dos últimos discos muy alabados por la prensa especializada. Ello significa que dejaron en el ropero las tenidas Jack Skelleton y los pésimos nombres de fantasía que algún iluminado les creó (como Spider Webb o Coffin Joe), y se dedicaron a hacer música. De esa que es interesante, pero con el suficiente gancho como para colarse en alguna lista de éxitos.

Y parece ser tan definitivo el cambio, que sólo interpretan en vivo temas de esas 2 últimos registros: el sorprendente Primary colours (XL, 2009), producido por Geof Barrow de Portishead y el reciente Skying (XL, 2011), dejando de lado esas píldoras garageras como  “Count in fives” o “Gloves”, que, entre tanto olor a campaña comercial, no estaban nada de mal. O sea, que dentro de la escasa hora de show que por estos días entregan The Horrors, tocan esencialmente lo que se les place, sin mucho temor de dejar bazas sin jugar. Porque esencialmente se saben buenos y con la prensa y público atentos de sus pasos. Así cualquiera.

Lo de The Horrors el sábado pasado en Bilbao responde al perfil dicho anteriormente. Un vocalista lo suficientemente carismático como para llevar el peso de un show sin escenografía, con una banda sólida y con un setlist bien aprendido, aunque inmune a cualquier cambio. Así, el quinteto entrega buena parte de su último disco (mención especial a los singles “I can see through you” y “Still life”), reservando para el final de la primera parte y para el bis algunas páginas de Primary colours. A saber, el pulso kraut-rock de “Sea within a sea” y la fiereza de “Three decades”.

Con una audiencia ganada de antemano y sin despeinarse demasiado, ni interactuar mucho con el respetable; The Horrors mostraron lo bien que les va cuando mezclan al The Cure de “Seventeen seconds” con los ramalazos de shoegaze proveniente de la guitarra de Joshua Hayward. Y como el enroque musical entre bajista y tecladista, que los alejó del garage para acercarlos al space-rock, calza bien con la voz profunda de Faris Badwan, en una síntesis que hoy, vía Skying, remite a lo mejor del post punk ochentero.

Ni rastros quedan de los escándalos que hace 4 años transformaron en polémica su primera visita a suelo español. El sábado pasado, en su debut en tierras vascas, The Horrors modelo 2011, fueron una banda afiatada, seria y claramente mucho mejor que la que asomó cabeza con Strange house (Loog, 2007). Lo único que se extraña es un poco más de sangre, en una banda que se jactaba de alimentarse de ella.

 Fotografías por Jorge Acevedo