Hoy a las 22:30 en el Cine Arte Alameda y en el marco del Festival In-Edit Nescafé 2012 se exhibe The filth and the fury, obra del destacado realizador Julien Temple. Excusa suficiente para publicar esta entrevista que el británico concedió a Borja Duñó del Festival In-Edit España.

Tanto London. The Modern Babylon como Requiem for Detroit no son películas estrictamente musicales sino que hablan de ciudades, ¿cómo crees que se relacionan con la música, el leitmotiv del festival?

Ambas son ciudades muy poderosas musicalmente. Una de las razones por las que quería hacer una película sobre Detroit es porque una y otra vez la ciudad produce muchísima música y muy variada como la Motown durante los ’60, o MC5 o Iggy Pop a principio de los ’70, o Eminem o Jack White ahora y se remonta a la época del bebop y los comienzos del jazz. Creo que puedes usar la música como una manera muy vívida de entrar en otros tiempos, es casi como la marca de una marea.

La música es más abstracta, las imágenes quizás son más precisas y cuando mezclas la música y las imágenes con las palabras quizás creas algo más abierto, y yo no quiero dar respuestas sino formular preguntas. Es probablemente más complicado hacer una película sobre una ciudad que sobre un grupo de gente, pero trato de ver la ciudad como un organismo viviente y darle un arco narrativo, como un drama de la ciudad, no es como una lección de historia con una voz diciéndote lo que debes pensar.

En las dos películas es obvio que relacionas la música con la vida de las personas. ¿Crees que hoy en día tendemos a separar la música de otras áreas de la vida?

Sí, el acto de adorar un grupo en un estadio cuando ellos son dioses y tu no eres nadie es una actitud hacia la música que no me gusta. Prefiero la música en sitios como Brasil, donde está en la calle y la gente la usa para sobrellevar sus problemas y es compartida por los músicos y la gente que baila. Para mí esto es mucho más poderoso. Como el punk en pequeños clubs de Londres, el público y el grupo estaban muy conectados y ambos eran igual de importantes; esto es muy excitante. Creo que era el caso de mediados de los ’60 en Londres, con grupos como los Stones y los Kinks antes de hacerse grandes. Cuando la música es directamente compartida por el público es cuando se vuelve realmente excitante.

¿Has visto Charlie is my Darling?

No he visto la nueva Charlie is my Darling, pero de hecho encontré la antigua. En los años ’80 cuando hacía la película Rewind sobre los Stones y estaba viendo material antiguo me dijeron que visitara un archivo del que se encargaba Ian Stuart, el pianista (originalmente los Rolling Stones eran 6 miembros, pero Stuart no era suficientemente guapo para estar en el grupo y sólo tocaba en los discos). Cuando llegué ahí, el archivo estaba en una vieja camioneta, húmeda y oxidada, en la carretera, repleta de latas de película, y una de ellas era Charlie is my Darling. La vi y era genial. Peter Whitehead es un gran cineasta.

¿Glastopia es una mirada a la cultura que rodea el festival más que a la música en sí?

La música no es lo más importante de la película, es la gente juntándose en el festival y las cosas que hacen. La música es genial, pero no necesitábamos grandes grupos, queríamos mostrar la diferencia entre un área con miles de personas viendo bandas en el escenario y otra en que las bandas se mezclan con la gente, lo que resulta más excitante, aunque no sean grupos famosos.

¿Glastonbury trata más de los grupos que Glastopia?

En realidad es sobre el festival durante 35 años, es sobre cómo la gente ha cambiado. Es un gran espejo del resto del mundo, porque ha existido durante 40 años y en el festival ves reflejados todos los cambios que ha habido en el mundo exterior. Esto es lo que me interesaba.

Todas tus películas tienen un estilo muy reconocible. ¿Es importante para ti?

Sí, es una gran sensación pensar que has hecho algo original como cineasta, tienes un lenguaje que puede seguir evolucionando. Viene de mi implicación con el punk y de hacer las primeras películas sin dinero, así que filmaba el grupo y luego la televisión, y después lo editaba todo junto. Así que era un poco mash up, pero es un ejemplo primerizo de esto. Era un estilo bastante anárquico y punk, algo que todavía desarrollo constantemente.

Parte de ello se basa en reírse de uno mismo y de la gente, como empezar la película con Youtube; para mí es una idea punk. Es divertido, pero durante mucho tiempo no me dejaron trabajar en la BBC porque era demasiado anárquico o punk y ahora la misma gente que decía “no le contratéis” dice “queremos que lo hagas al estilo Julien Temple”, pero no funciona porque no tienen la locura necesaria.

¿Crees que tus películas hablan de ti como narrador?

Odio las películas en las que sale el director haciendo las entrevistas, prefiero ver al sujeto de la película. Pero cualquier película refleja hasta cierto punto la personalidad de quien la hace, o de la gente que les dice lo que tienen que hacer.

Te gusta juntar distintos momentos de la historia proyectando imágenes en edificios antiguos o ruinas. Cuéntanos por qué.

Me gusta mucho la historia y usarla como arma para el presente, más que verla como una época dorada. Me gusta encontrar nuevas maneras de combinar distintas épocas. En la película sobre Londres tenía a alguien de 1900 mirando a alguien de 1980 y obtuve una interesante tercera idea de esa conexión entre sus ojos. Si entiendes el pasado tienes más opciones para controlar la locura del futuro que nos viene encima.

¿La historia nos ayuda a comprender el presente?

Sí. Debes cuestionar tu presente. No debería darte respuestas completas pero debería darte herramientas para aproximarte a lo que está pasando. Sin ellas estás peleando con un brazo atado en la espalda.

Requiem for Detroit? muestra hechos que sucedieron hace décadas pero me ha recordado mucho a lo que sucede ahora en España. Son las ruinas de un sistema.

Fue muy excitante ir a Detroit para visitar las ruinas de una civilización y después darse cuenta de que es tu propia civilización. Normalmente te vas a Egipto o a Roma para ver ruinas, pero este era nuestro mundo, el mundo en el que crecí América era el futuro e Inglaterra se le parecía cada vez más, así que fue espectacular ver este final apocalíptico del capitalismo y creo que está sucediendo en más lugares.

Es muy interesante hablar con la anciana del documental que vio el principio y el fin de la industria del motor en Detroit, ella te cuenta cosas que no están marcadas en piedra para siempre, porque el mundo es algo cambiante y nada dura para siempre. Se trata de encontrar una respuesta personal a cosas que para el público son universales, si no lo sientes de una forma personal, no creo que puedas comunicarlo de forma efectiva a otra gente.

¿Crees que London. The modern Babylon es tu obra maestra?

Es lo más difícil que he hecho porque es un tema tan grande y tenía tanto metraje que había que tomar muchas decisiones, me siento feliz de haber sobrevivido a la experiencia. Hacer una película sobre tu propia ciudad conlleva mucha presión; te vuelves loco en el proceso. Estoy contento de haber terminado.

¿Cuantas horas de archivo usaste?

Vimos 6.000 horas de archivos viejos, más de lo que había usado nunca. Para Glastonbury fueron 2000 horas. Es mucho tiempo.  

¿Tienes alguna favorita entre tus películas?

Tiende a gustarme más la última que he hecho. Resulta excitante ver la reacción de la gente.