Diez personas en el escenario, un solo espíritu. Eso fue el show de Public Enemy anoche en el Teatro Caupolicán, curiosamente no repleto como se esperaba, aunque con una fanaticada que cruzó todos los tramos etáreos, estilísticos y sociales, hasta convertirse en un grito primal que coreaba cada rima de los emcees Chuck D y Flavor Flav.

Un enorme lienzo con el clásico logo de la banda desplegado en el centro del escenario, el joven Dj Lord (“el mejor del mundo”, se apuró en decir Flavor Flav) soltando los primeros cuts en una jornada sin pausas, que empezó con el incombustible Chuck D primero en el escenario, y unos minutos después Flavor Flav hizo su aparición como toda gran estrella del rap: un personaje.

Con Flav agradeciendo al público por apoyarlo tanto en la trayectoria del grupo como en sus reality shows, y Chuck D demostrando una energía que ya la quisiéramos tener a los cincuenta y más, la sucesión de beats, riffs y rimas fue apabullante. Quizá muy temprano lanzaron “Can’t truss it”, que cayó sobre la audiencia como bombas de racimo. Ahí ya era histórico. Pero se pondría mejor, porque el grito de “Yeahhh boyyy” de Flav sirvió de arenga para que el grupo mostrara sus mejores trucos.

“Bring the noise”, “Public Enemy Nº1”, “He got game”, “Fight the power”, “Welcome to the terrordome”, “Rebel without a pause” y una lista interminable (¿algún pillo se atreve con el tracklist?) que a ratos  parecía el mismo tema, porque Public Enemy no siempre adhiere al tradicional boom bap del hip-hop, lo suyo es también rock and roll, ruido en su mejor defición. “Tienen que conocer el blues, el blues estaba antes del R&B y el hip-hop”, dijo Mr Chuck.

Por este motivo hubo extensos pasajes de riffs, un Dj Lord reconstruyendo a Nirvana mediante sus tornamesas y un “cuerpo de baile” (reminiscencias del llamado Security of the First World) que inspiraba respeto. En ese contexto, “Shut ’em down” sonó espectacular, puro ruido mutante que incitaba a saltar, bailar o a agitar las manos con el pulso que cada uno quisiera incorporar.

Hubo tiempo para todo: invitar a los Mc’s locales a participar, segundos de silencio por las víctimas en Noruega, homenaje a Mr. Magic, permitir que Flav se luciera en el bajo o la batería y por supuesto las esperadas consignas contra el racismo, la segregación y todos los males de la actualidad que Flavor Flav y Chuck D se encargarían de enumerar durante todo el concierto.

Un asunto que en tipos como ellos no suena panfletario, mucho menos caricaturesco, porque son una especie de noticiero del rap, una fuente confiable y sin filtros. “Obama: good man, bad government”, dijo Chuck D, un rato después que en el escenario los raperos locales Guerrillero Okulto y Lulo de Legua York los ayudaran a mostrar un lienzo con el mensaje “educación gratuita”. Es que Public Enemy son unos veteranos buena onda, positivos pese a las batallas que sin duda han librado durante todos estos años.

“Don’t believe the hype” cobró el más profundo y bello sentido entonces, con Flavor y Chuck mostrándose siempre cercanos, promoviendo el uso de las redes sociales con responsabilidad, dando incluso sus correos electrónicos y twitters al respetable. En escena se mantienen siempre fuertes, honestos.

La energía liberada en el escenario impidió que Flavor Flav se retirara rápido cuando la banda ya se había despedido, tras dos horas de poderoso show. Por el contrario, mientras Chuck D iba camino al camarín, el hombre del reloj en el pecho se quedó largos minutos predicando verdad, justicia y hip-hop, mientras Dj Lord pinchaba una canción de Bob Marley que fue el broche de oro y resumen de la histórica jornada : “One love”.

Fotos: Rodrigo Ferrari