Hoy Sam Cooke habría cumplido 82 años. El lamentable incidente que le provocó la muerte a manos de la dueña de un motel, quien supuestamente le disparó en confusas circunstancias en diciembre de 1963, es recordado con rabia y nostalgia cada año.

Es difícil encontrar alguien más grande que Cooke en el mundo del soul. Algunos de los últimos supervivientes activos del género en su estado clásico,como Stevie Wonder o Bobby Womack, eran aún adolescentes cuando el de Mississipi falleció trágicamente. Tenía sólo 33 años y varios hits a cuestas.

Sus orígenes no difieren mucho de otros cantantes afroamericanos. Al principio junto a sus hermanos fue atraído por la sensibilidad gospel, más tarde daría un impulso definitivo al soul, agregando personalidad y sofisticación a sus canciones de sutil cariz pop. No tardaron en denominarlo “el rey del soul” o cosas por el estilo: su leyenda comenzaba.

Los años ’60 no eran buenos tiempos para un tipo negro con talento y éxito como Cooke, quien con valentía apoyó el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, colaborando con su música y ejemplo a disminuir la segregación racial, haciendo de la vida algo menos excluyente. Al mismo tiempo fundó su propia casa discográfica, convirtiéndose en empresario de la música. Quizá por eso muchos lo querían muerto.

Gran parte de su obra se vio reflejada en el trabajo de Isaac Hayes, Bobby Womack, Solomon Burke, Marvin Gaye y otras figuras del soul, funk y R&B. Su partida todavía nos impacta. Sin embargo, himnos como “A change is gonna come” o su más recordado hit “You send me”, son tan imperecederos como su figura, simplemente destinada a trascender.