Fotos: Rodrigo Ferrari – Música sin flash

Rosario Bléfari, la cantante, la actriz y la solemne líder de esa ceremonia pop llamada Suárez, alguna vez dijo que desde la primera visita del quinteto bonaerense a nuestro país, en los tiempos del disco Galope (1996), se había creado con Chile una especie de “hermandad total”. Una complicidad que tuvo un feliz reencuentro tras su anunciado regreso a Santiago, por fin concretado anoche en el escenario de la discoteque Blondie, junto a las presentaciones de los nacionales Urban Monk y Adelaida, que en la previa consignaron la buena salud de la escena local.

Al igual que los nombres de los trabajos solistas de Bléfari (Misterio relámpago, Privilegio), las palabras que utiliza la cantautora en su impronta en vivo se unen al conjunto como si se tratara de una experiencia superior, algo así como un ejercicio psíquico que nos conecta, nos hace parte de un misterio y nos propone unirnos a una congregación. Una vez dentro, somos una tropa de oyentes más o menos fans, más o menos convertidos, más o menos informados de las proezas de la banda; cuyas conocidas medallas se extienden ya por más de dos décadas.

“Una y otra vez”, susurra Rosario en un instante (“Brilla”) y parece ser el momento exacto en el que nos entregamos a la imaginería del grupo: a las percusiones precisas de Fosser, a las guitarras etéreas o sutilmente violentas de Zanelli y Córdoba. Suárez (el bajista), es también parte del rito, donde sin duda Bléfari impone su registro feérico de manera generosa, sin perder el aliento pese al ambiente un tanto tenso por la expectativa, sin bajar la guardia en medio del extenso repertorio.

A través de una veintena de temas, los músicos se mostraron concentrados y aún con efectos o resabios de la reunión tras el estreno del documental Entre dos luces, lo que de alguna forma permitió que en su paso por Santiago los argentinos no disimularan cierta nostalgia, demostrando un amor recuperado y en desarrollo por discos como Horrible (1995) o Excursiones (1999). No olvidemos que son los primeros shows de la banda en 15 años. Frente a esa actitud sin aspavientos, el recinto desde muy temprano fue devorado por la solemnidad del grupo, que hizo juego con la inminencia de lluvia, en nuestra despedida definitiva del verano.

Las obras de Suárez son hoy revisitadas por antiguos y nuevos seguidores, canciones perdurables que según han comentado algunos miembros de la banda, ellos mismos tuvieron que volver a escuchar, sacarles brillo y ponerlas en práctica. Por eso quizá no se advirtió tanto el paso del tiempo cuando en la Blondie interpretaron hits emotivos como “Río Paraná” y “Estrella solitaria” (con Javiera Mena sobre el escenario), o las más intensas “Susme”, “Asesina” y la final “Camión regador”. Puras bellezas que la congregación no solo reconoce, sino que recibe entusiasta, porque asumirse de pronto parte de un culto crea una conmoción, independiente de cuántos discos o descargas de Suárez guardes. Lo de los argentinos sigue siendo un imán, una celebración. “Una cuestión de fe”, como dice Rosario en “Tarde de cansancio”.

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Suarez 20

Chau Rosario!