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El debut de Adrianigual es una fiesta. Tanto en sus momentos de eufórica alegría como en los más silenciosos se percibe esa felicidad de poder hacer música, de disfrutar cada acorde y cada letra hecha con pasión adolescente. El disco, ligero y con postura desenfadada, se pasea coqueto desde unas guitarras rock, apuntes eléctricos y sintes new wave hasta sonidos de cuerda más folk, punteos acústicos y delicados arreglos que van enriqueciendo la paleta sonora, aún cuando les falta un poco de pasta para poder unir y manejar, con mayor pulcritud, los niveles y matices entre un elemento y otro. Pero el ritmo y la pose están ahí para cualquiera que ande en busca de un bocadillo ligero y agradable. De hecho, Adrianigual deja a su paso un sabor dulce y fresco que invita a ir por más.

‘Juliette’ abre dejando que un órgano naïve se apodere del ritmo, convocando efectos retro que construyen un collage de variadas texturas. Siempre poseída por percusiones que apuntan directamente a la pista de baile, la voz salta a través de la canción denotando una ingenuidad que más tarde le permitirá entonar “Vamos chicos, mátense todos??? y le resulte fresco, lleno de ironía. Una decadencia colorida casi punk que pasa sin tapujos a un ritmo folk en la bella ‘Sancho panza’, pieza juguetona y traviesa que nos muestra la soltura y destreza con la cual la banda interpreta sus composiciones.

Adrianigual tiene la fantástica ventaja de la adolescencia, esa inocente libertad de rearticular imágenes, estilos diversos, discursos contradictorios y ritmos dispares que pululan en el ambiente; todo logra convivir en armonía con una propuesta pop bien elaborada. Es un diálogo constante y fecundo que fusiona lo acústico y lo eléctrico, lo limpio y delicado con la rudeza del garage y de la actitud punketa de una banda que produce su música de forma casera y que, con pocos recursos, a conseguido sonar pegajosa y radial.

Es así como Adrianigual se presentan con su ropa ochentera invocando un aire de falsa marginalidad teñido de colores intensos en la ternura de ciertas líricas y en la belleza de temas como ‘Una planta’. Al mismo tiempo, en ‘S.O.S’ se aceleran e invitan a sacudir el polvo, para moverse hasta reventar.

Aunque de pronto un poco flojo, el disco llega a momentos en que te convence completamente y aceptas el desafío, como ocurre en el tema ‘La mística espiral’, sin duda lo mejor del álbum; preciso y en constante aceleración, sus sonidos llegan a poner los pelos de punta, e incitan a querer gritar a todo pulmón sus ironías y sandeces.

Sin embargo es esa misma actitud la que puede jugarles en contra en la medida que puede hacernos confundir a Adrianigual con una banda de adolescentes, un grupo de escolares sacados de algún liceo artístico, poco rigurosos en el sonido de sus presentaciones y demasiado despistados para sus pretensiones. Pero, dando una ingeniosa vuelta de tuerca, la banda se hace querer por esa misma despreocupación. Una vez que has terminado de oír Baila Baila Canta te das cuenta que los problemas no eran tan terribles como parecían y que la vida no es tan seria como te han hecho creer. Que puedes hacer en el patio de tu casa un discazo y que aún es posible componer temas para que tu generación los coree por un par de años más. Fresco y divertido, el primer LP de Adrianigual es una joya en potencia, una promesa de un futuro con más y mejores entregas.