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Hace tres años, la francesa Cécile Schott se dio a conocer al mundo con un álbum hermoso, The Golden Morning Breaks (Leaf Label, 2005), lleno de tímidas melodías a partir de instrumentos acústicos del siglo diecinueve, con sutiles modificaciones electrónicas que le daban a su música un aire fantasmal, de cuento de hadas.

Tres años después, discos y epés mediante, su castillo de habitaciones melancólicas sigue habitando nuestras conciencias con vapores y extrañas resonancias. Como su nombre lo indica, Les Ondes Silencieuses busca pasar aún más desapercibido, sobre todo para la gran multitud que busca hits a fin de año. Quienes se encuentran con su música, descubren un pequeño oasis que refresca los sonidos y melodías acostumbradas.

Profundamente minimalista, Colleen se descubre valerosamente como un proyecto solitario donde sólo quedan las vigas maestras de la composición musical. Trazos de glockenspiel, de viola da gamba (prototipo del cello), de teclados recónditos como el spinet, similar al harpsychord, de guitarra clásica, clarinete y cajitas musicales. Cada instrumento es ejecutado con nobleza, en composiciones breves donde cada textura de sonido tiene su espacio.

En este recorrido de cálidas evocaciones, hay momentos que te dejan helado en epifanías muy personales- so pena suene cliché: hacen aflorar lágrimas. ‘Sun Against my eyes’ es uno de ellos, donde se nota el talento emotivo de Colleen para afectarte con el cruce delicado del arpegio de una guitarra clásica bajo melodías efusivas de clarinete. A ratos, es un álbum que se torna espeso, demasiado umbrío. Las violas se cruzan en cámara lenta como si fuese una tempestad callada (‘Les ondes silencieuses’) y luego emerge la luz en ciclones y oscilatos de ensoñación nostálgica (‘Blue sands’). En otros momentos, Colleen adopta una quietud japonesa (‘Sea of tranquility’) o simplemente se abandona a la exploración de ecos y reberverancias (‘Echoes and coral’). Collen se extiende perezosamente en muchos tracks y va encontrando un espacio de abstracción siempre inaudito y personal, siempre delicado y lleno de remembranzas, cada vez más desnudo de recursos electrónicos, cada vez más silencioso.