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Dos discos y una caja que requiere una pequeña proeza de origami para ser abierta. Que se despliega como un cubo vacío, lo que parece remitir a la búsqueda de silencio que propone Alan Courtis. Las Sales Fundentes es un disco invasivo, que propone hipnóticas líneas que van desde el ruidismo extremo hasta tenues frecuencias que se funden con el ruido de fondo. Es un material generado a partir de la recopilación y selección de diez años de grabaciones para distintos sellos de Norteamérica, Asia, Europa y Oceanía. Y también es un compendio exigente, difícil, absorbente.

El ex Reynols nunca juega al paisajismo fácil, ni lo suyo son viñetas de ambient amable. Aquí parece sonar el choque de placas tectónicas, el sonido del espacio entre los planetas, la soledad oscura de una célula enterrada en un organismo. Tiene momentos de placidez sencilla, pero casi todo en Las Sales Fundentes es ominoso, cargado de un ambiente de calabozo. Este es el silencio que debe sonar en la cabeza de Courtis. E inspira un temor reverente, y cierta nostalgia como de puerto: no en vano el tema de clausura imita la sirena de un barco que zarpa, y que el auditor puede imaginar oculto entre la niebla.

Courtis, que siguió estudios de teoría, propone un caminio hacia la abstracción por la insinuante vía del raciocinio. Todo aquí parece en extremo cerebral, como si el argentino librara una partida de ajedrez contra sí mismo. Propone argumentos sonoros a base de fragmentos generados por una guitarra eléctrica, velos de ruido multiplicados por micrófonos de contacto, pasajes articulados por un “generador de fractales”… y luego deja que todo se disuelva en un magma interesante, oscuro. Esta es la exposición de su teoría.