Basado en las ideas y deseos de dos grandes amigos de la infancia, Epic45 arrancó allá por el ‘95 como un proyecto colectivo por el cual, en quince años de existencia, pasaron todo tipo de integrantes y colaboradores, pero que en su última producción los mantiene con su formación original, con Ron Glover (guitarrista y bajista) y Ben Holton (guitarrista y tecladista), según ellos la definitiva.

Además, se podría decir que su música es producto de una larga tradición sonora, que no arranca en aquel primer concierto de la escuela (que causó el absoluto deleite del profesor de física, un amante del krautrock de los ‘70, que se volvió fan y consejero de la banda), sino en la textura de sus canciones, en las que se dejan entrever las raíces de una vida en medio de una zona rural de Inglaterra (Midland), donde se oían las sinfonías de Vaughan Williams, tanto como las melodías de tinte popular y el folclore.

Weathering los mantiene en los mismos parámetros de discos como May your heart be the map (2007), aunque con un sonido mucho más maduro, reflexivo y moderado y con una paleta sonora más amplia. Con texturas llenas de elementos que nos trasladan en el tiempo y a través de sonoridades que nos recuerdan a Hood, My Bloody Valentine, Cocteau Twins, en la mezcla de estilos como el post-rock, la electrónica y el shoegaze.

Y es en esa sutileza de arreglos donde las sinfonías son permanentes y atemporales, y arranca un disco plagado de colaboraciones (más de trece músicos pasaron por Weathering) como las de Stephen Jones en “Ghost i have know”, Rose Berlin que canta a dueto con Ben Holton en “Summer message”, además de las habituales contribuciones de Richard Adams (Hood) en varios tracks.

Otros highlights a destacar son With our backs to the city” o “People say this Place is slowly dying”, que a lo largo de siete minutos resuena como una dulce caricia a partir de la voz de Holton, que empapado en una dulce armonía, sigue su curso en “The village is asleep”, canción que a más de uno recordará los mejores tracks de Hood. Por último tenemos “Washed up”, que cierra un disco por momentos lisérgico, pero básicamente místico con aires de nostalgia y melancolía, especial para un día de primavera, que ya está por llegar.

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