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Quizá la mejor ilustración de lo que significa hacer rock en Chile se encuentra en la grabación de campo del último track de Ensayo ? Error. Familea Miranda mata el tiempo previo a una tocata en un campamento de antifascistas, y mientras Katafú (guitarra y voz) prueba unos acordes repetitivos en plan hare-Krishna, Gombi (bajo y voz) nos detalla los pormenores del desordenado evento musical.

Este tercer LP -el más producido de sus tres discos- es una consagración silenciosa de una de las bandas insignes de nuestra escena. Talentosos y dueños de un estilo propio, dispuestos a seguir aventurándose en sus dominios, los famileares han hecho su álbum más llano sin transar con melodías estandarizadas, dando terreno a la agresividad y la contención en distintos grados. ‘The legañon’ es uno de sus clásicos instrumentales grises en que se trenzan firmemente bajo, guitarra y batería, con un estilo seco y metálico que ha influenciado a otros obsesivos nacionales como Griz. Pero la novedad tiene que ver con temas como ‘El bloqueo’ o ‘Paraguay’, de nota burlesca sobre un ritmo severo, dando el pase a un cómico Gombi en el micrófono. Las historias absurdas estallan con alegatos poco explícitos, siempre ligados a la saturación moderna y misteriosas afecciones – como en ‘Lluvias de melones’.

Más seguros en los cortes y también más rápidos, sus canciones buscan el impacto y dejan la mayor parte del tiempo las atmósferas letárgicas en un baúl blindado. Su punk inteligente recuerda a bandas referenciales como June of 44 o Unwound, aunque también revelan sus referencias indie-rock en la simplísima ‘Canción de pelea de la academia’, tributo a Mission of Burma.

Descontando el ruidismo experimental, hay varias canciones que dejan su huella. ‘FM vs Carl Craig’ destaca por su ajustado manejo en los cambios de ritmo imprevisible. ‘Pernambuco’ es el mejor instrumental, con su mezcla de terror en bajo y batería sumados a los nostálgicos riffs y punteos de guitarra. En el comienzo, ‘Mate leao’ toma las texturas indagatorias de Tortoise para fundirlas con el peso de The Ex, desembocando en un pozo oscuro y divagante de sonidos. ‘Peter Sellers’ y ‘Timorato’, aunque bien trabajadas, suenan algo añejas por sus conexiones con el rock progresivo de teclados, que bien recuerdan a grupos ochenteros (Marillion) y a los viajes por Machu Picchu de Los Jaivas. En cambio, el aporte de nuevas voces (Alejandra Elgueta) o del saxo destemplado (Julio Cortés) abren interesantes matices, siempre a favor de las melodías libres. Familea Miranda sigue siendo una experiencia catártica que debe ser disfrutada en vivo, pues su registro grabado no siempre hace justicia con sus interpretaciones en bruto. El agrado final, por cierto, es de un álbum entretenido, suelto, imaginativo y fuera de los cánones de los gustos masivos. Experimentar nunca ha sido un error.