Lo de James Blake es un caso bien especial. Un joven músico inglés de apenas 22 años y que de la nada sale a deslumbrar a la crítica especializada y a entusiastas musicales, el pasado 2010 –con el single CMYK y el EP Klavierwerke– y haciendo algo que hace un par de años atrás nadie en el ámbito de la música independiente hubiera imaginado: la mezcla de todo un aparataje vocal muy ligado al Soul con una instrumentación predominantemente electrónica, exploratoria y también minimalista. La combinación funciona y su disco homónimo es uno de esos raros casos de pop sofisticado pero universal, con la capacidad de unir a diversos públicos muy disímiles entre sí.

38 minutos de canciones al grano y simples pero de un concepto trabajado. Blake crea un estilo propio donde cada canción es un vehículo para su intensa y fuerte voz –sin duda la protagonista del disco-, con sus letras un tanto dolidas, de aparente aislamiento y pérdida. Baladas muy sentidas pero elegantes, la música que acompaña las palabras de Blake se basa en teclados graves y opacos, con una recurrente oscilación saturadísima, algo de collages sónicos, pero en general un uso mínimo de elementos –una o dos capas de teclado, una batería programada, más uno que otro sonido sampleado-, siempre dejando espacio para su voz.

“I never learnt to share” es un perfecto ejemplo que con una simple pero emotiva línea vocal, que se repite incesantemente (“mi hermano y mi hermana no me hablan pero no los culpo”), y unos sonidos electrónicos que se configuran en una capa de sonido cálida, que en crescendo termina desfigurándose en un frenesí granular, que incluso así mantiene al conjunto en un bajo perfil. El cover para Feist de su canción “Limit to your love” sigue el mismo principio, al aplanar la riqueza instrumental de la original, pero dándole énfasis a la parte vocal, donde Blake se mueve con absoluto desplante. “Give my month” y “Measurements” son dos de los tracks donde esto se hace más patente, pero a la vez son los momentos menos interesantes del disco. Por el contrario “Lindesfarne I”, “Lindesfarne II” y “To care (like you)” –junto a “Wilhelms Scream”, de los puntos altos del disco- se vuelcan al uso del vocoder, metalizando la voz de Blake y consiguiendo una buena sintonía con la simple pero efectiva sincronización de instrumentos.

El acercamiento del Dubstep a territorios más populares podría ser un fenómeno natural, considerando la constante búsqueda de la esquiva novedad en la saturada escena musical actual. James Blake (junto a Darkstar y Mount Kimbie) se ha convertido en la cara más visible de esta tendencia y su trabajo, quizás no de lo más trascendente, sí es digno de destacar ya que alcanza frescura y novedad.

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