Javiera Mena había desaparecido del mapa musical, aunque todos sabíamos que estaba concentrada en los estudios de Cristian Heyne con un objetivo no menor: dar un paso más allá del excelente Esquemas juveniles (Quemasucabeza, 2006), un debut que dejó la vara tan alta que las expectativas por sus nuevas canciones hicieron más larga la espera. Perfeccionista, Javiera Mena quiso ampliar las fronteras de trabajo, sin ceder a la ansiedad de la inmediatez, y en vez de liberar sus canciones sólo dio escasas pistas: habló de una orientación más fuerte por la música disco y subió hace unos meses a su Myspace el single ”Hasta la verdad”, que ya daba luces de la esmerada y pulida producción musical.

Así, desde el título de su nuevo álbum, Javiera Mena deja en claro que este es un trabajo clave para ella, pues sintetiza un punto de llegada de todas las ideas musicales que venía trabajando para consolidar una forma de hacer pop sumamente elegante, tan inteligente como glamorosa, atrevida y, en segundo plano, introspectiva; sin cabida para los pasos en falso. Todo esto redunda en un excelente disco que, de seguro, proyectará su carrera a nuevos y potentes horizontes, a pesar de que haya perdido cierta naturalidad y delicadeza de sus antiguas canciones, lo que es comprensible pues no se puede lograr todo en un solo álbum.

“Hasta la verdad” habla muy bien de las metas que Javiera Mena se ha impuesto. Hábilmente balanceados, se van sumando los arreglos de sintetizadores para cubrir una amplia gama de instrumentos (vientos y cuerdas de violín con gran naturalidad), amalgamados con una base electro sencilla donde cabe de todo: soul, disco clásico, ítalo disco y ese dejo cósmico, heredado del new wave, que atraviesa todas sus melodías. El tema crece y crece con la fuerza del coro y la seguridad que irradia Mena, desembocando en una sección instrumental llena de timbres rítmicos y frases cruzadas de violín que embellecen y mantienen la tensión arriba sobre los cuatro minutos.

Otro factor clave que ha mejorado mucho Javiera Mena son los tránsitos de las secciones de verso a los coros, vale decir, los puentes, lo que hace que sus composiciones se transformen en lo más cercano al pop perfecto. Más bien, se podría decir que en los puentes clava los ganchos melódicos más contagiosos, con variaciones de tono que hablan de la versatilidad que gana la voz de Mena en estudio. Así ocurre con delicia en “Primera estrella”, “El amanecer” y “Luz de piedra de Luna”, donde se puede percibir, desde lejos, los efluvios dulces de Elizabeth Fraser (Cocteau Twins) y, más cercano en las texturas, The Radio Dept.

Punto aparte merecen los temas más prendidos, donde definitivamente Mena logra un salto cualitativo en relación a Esquemas juveniles. El ritmo de lambada electrónica se cuela en varios hits, como en los ya citados “Luz de piedra de Luna”, “El amanecer” y ‘Sufrir’. Son temas con una base electro potente, para encender el espíritu en segundos y animar una fiesta que va más allá del kitsch barato. En ese sentido, el ánimo “cebolla” está estratégicamente direccionado en los temas más melancólicos y profundos, sobre todo en “No te cuesta nada”, que bien podría ser el dúo Pimpinela revisitado con un enfoque que no habrían imaginado nunca.

Un elemento que siempre ha estado presente en la música de Mena es el carácter gay que abrigan sus letras y melodías, algo que se suele dejar de lado para comodidad de los críticos o, simplemente, porque no era lo más relevante a la hora de hablar de su trabajo. Pero resulta difícil soslayar una lectura de género al llegar a “Sufrir”, el tema más logrado del disco junto con “Hasta la verdad”. Con el apoyo vocal de un Jens Lekman que bien podría ser un Daniel Riveros (Gepe), se reafirma la necesidad de asumir la verdad a toda costa, lo que podría entenderse como una liberación de todas las mentiras y tabúes que siguen rodeando la homosexualidad hoy en día, verdades que sólo pueden consumarse en la primera forma de revelación, el sufrimiento. Si consideramos el astuto carácter unisex que le da Mena a todas sus líricas, esta vez menos esotéricas, más directas y pasionales, cuya carga erótica es camuflada en la figura del romanticismo y en un receptor ambiguo que bien podría ser hombre y/o mujer, y tomando en cuenta el ritmo naif llevado a la sublimación gloriosa de la canción de discotheque (y en ello hay una alianza tácita con el productor de Supernova, Cristián Heyne, y con Pet Shop Boys de cabecera), estamos ante uno de los lanzamientos más interesantes del año por su capacidad de convocar públicos tan amplios (el pop masivo) como minoritarios (los circuitos gay con su afán de masividad).

Así, los momentos más íntimos quedan en los extremos: la parsimoniosa “Ahondar en ti” en la apertura y la seductora “Un audífono tu, un audífono yo” en el cierre, que nos recuerda el soundtrack del film “Play” (Alicia Scherson, 2005). No podía ser de otra forma, sobre todo con colaboraciones de la talla de Jens Lekman o Daniel Hunt (Ladytron), que son la guinda de la torta y motores circunstanciales de un talento propio. Si bien el carácter tímido que tan bien explota Javiera Mena sigue presente en este disco, ya ha quedado atrás el aura más infantil, y el ímpetu puesto en los temas más prendidos es lo que queda reverberando con mayor presencia.