Que la crítica y los fans adoren al Kanye de My beautiful dark twisted fantasy (MBDTF) con vehemencia no hace otra cosa que traer de vuelta el hip-hop. Ese género tan excitante y provocador que en el último tiempo ha sufrido pérdidas lamentables y escasa renovación en cuanto a exponentes que merezcan un sitio junto a los clásicos.

Kanye ha venido peleando un espacio con su rap cada vez más mediático, creativo y múltiple, listo para el mainstream pero también capaz de despertar interés en los circuitos más subterráneos. Mr. West es, sin duda, un respiro frente a los neófitos de siempre, que piensan que el hip-hop se reduce a Eminem y 50 Cent. Es cierto que le debemos respeto a Kanye por hacer saber a todo el mundo que los estereotipos pueden romperse, y que existen varias vías para lograr el éxito, sin necesariamente dejarse llevar por la corriente.

Pero como también es necesario predicar el evangelio, también es cierto que con menos publicidad este año los discos de Currensy, The Roots, Nottz, Freeway & Jake One o Black Milk han aportado al renacimiento del rap, “amenazado” por el auge del hip-hop instrumental y los nuevos productores con mirada más bien electrónica.

Blogueros e incluso fans coinciden en que West es mejor productor que MC. Sin embargo, a través de su discografía muestra cada vez mejores recursos con el micrófono. En “Power” impresiona por su lucidez y a diferencia de su protegido Kid Cudi, otro disidente de las formas tradicionales del rap, no alardea de sus excesos o carretes. Otra diferencia, quizá más contradictoria: mientras Cudi invita en su última placa al más indie y emo Cage, Kanye prefiere convocar al polémico postulante a gangsta Rick Ross en la suave “Devil in a new dress”.

Esta extraña forma de poner en la licuadora a la princesa y al bandido (¿pop?) se repite en varias partes de MBDTF. “Monster”, ese exótico track que junta a Jay-Z con ¡Bon Iver! es de lo mejor del disco, una suerte de ego trip divertido y desprejuiciado. Hipsters y gangsters se dan la mano en “Gorgeous”, donde Kid Cudi y Raekwon se vuelven compañeros de rimas, mientras que la motivante “All the lights” es una particular forma de abordar el R&B.

Decían que en este disco West firmaría la obra maestra del retorno del boom-bap, y semanas antes de su salida nos ilusionábamos con un track (“The joy”) que lo reunía con el legendario Pete Rock y usaba sampleos de Curtis Mayfield. También decían que entraría al estudio con el productor No I.D a lograr lo imposible. Pero no. Lo más cercano a un tributo noventero es “So appalled”, que recuerda a Wu-Tang y donde The RZA se despacha un furioso verso final. Hay olor a cinta también en los breaks de “Lost  in the world”, aunque la inquietud de Kanye la termine transformando en una muy moderna balada. En este álbum predomina más bien la emotividad de “Runaway”, que muestra a un hablante expuesto y sincero, sin miedo a buscar su propio rumbo.

No cabe buscar aquí el track perdido del Blueprint de Jay-Z, otro College Dropout o la estupenda nostalgia autotune de su anterior 808s & Heartbreak, donde el de Chicago lucía mejores -pero impopulares- ideas. Quizá con un poco de imaginación los fans encuentren todo eso y más, pero MBDTF no es un clásico instantáneo (aunque con mucho entusiasmo en Pichtfork le dieron un 10) y a ratos pesa más por lo extra musical (su famosa cuenta de Twitter, por ejemplo), la trayectoria o el carisma de un autor que con justicia se está ganando su lugar junto a los grandes.