Salvo escasos melómanos, benditos sean, la mayoría de nosotros no escucha habitualmente a bandas congoleñas que basen su propuesta en el uso extensivo de kalimbas, así que exponerse a un nuevo disco de Konono N°1 es como darle una patada a la rutina musical, y esa posibilidad siempre debería ser aprovechada, ojalá con curiosidad infantil y la puerta abierta al asombro.

Konono N°1 meets Batida es el primer disco del grupo de Kinshasa sin su fundador y arquitecto, Mingiedi Mawangu, fallecido hace un año. En su lugar, un descendiente, Augustin Makuntima Mawangu, que une fuerzas en este nuevo lanzamiento con Batida, un productor y DJ nacido en Angola y que reside en Portugal. Si suena panafricanista, leer los créditos, en los que figuran la cantante mozambiqueña Selma Uamusse y el poeta y MC guineano A.F. Diaphra, confirma la impresión.

No tiene caso enredarse tratando de clasificar a Konono N°1 en algún género que nos resulte familiar: intentarlo desde una lógica occidental, aunque sea de segunda mano como la chilena, está condenado al fracaso. Quedémonos con que es el reflejo de una cultura que ama el baile, está acostumbrada a la polirritmia y se siente atraída por la estridencia. El grupo salió al mundo debido a su peculiaridad: formado en los 60, recién fue sacado del nicho el 2004 y era sumamente llamativo porque usaba chatarra para tocar. Congotronics, el disco de baja fidelidad que lo dio a conocer, luce austero y modesto al lado del modernizado Konono N°1 meets Batida, que aun así no califica como pomposo ni pulcro. De común tiene muy poco. Ni siquiera incluye canciones propiamente tales, sino ejercicios en los que prima el frenetismo incitado por los pulgares más raudos de África Central con sus teclas metálicas y sus resonadores.