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Hay tipos muy inquietos en términos creativos y también prolíficos en producción. Las quieren hacer todas. Steven Wilson es uno de aquellos: miembro de Porcupine Tree, Bass Communion y Blackfield, además de productor de bandas como ¡Opeth!, se da el tiempo y el lujo de tener desde 1990 junto a su partner Tim Bowness este proyecto llamado No Man y de editar su sexto disco a la fecha. Schoolyard ghosts cuenta con la colaboración de eximios músicos de contundentes currículum, a saber: Theo Travis (David Sylvian, Nine Horses), Pat Mastelotto (King Crimson), Colin Edwin (Porcupine Tree), Bruce Kaphan (Red House Painters, American Music Club), y Gavin Harrison (Porcupine Tree, King Crimson).

Por nombres no se queda. Y por sonido tampoco. Bajo el apoyo de la London Session Orchestra, Schoolyard ghosts resulta un interesantísimo trabajo minimalista y de fina ejecución, con un dejo melancólico marcado por las temáticas, que en palabras de su vocalista Bowness, están relacionadas con la capacidad de algunas personas de sobreponerse al dolor, lograr superar situaciones extremas o ganarle al pasado. La esperanza es el signo de este nuevo álbum.

En lugar de privilegiar el virtuosismo instrumental que exhiben las bandas paralelas de sus integrantes, se podría aseverar que en No Man el sentimiento es lo que pesa. Piano y guitarras acústicas afirman las delicadas composiciones, que por ahí suenan con algo de Bark Psychosis, bajo la plácida voz de Bowness. El rasgo crimsoniano aparece en “Pigeon Drummer” con más estruendo y saltos sonoros que el resto, aunque comienza a caer en oscurantismo hacia el final. Una larga pieza llamada “Truenorth” es el punto medio, decorado por el sonido de una flauta que la hace parecer sacada de algún disco de rock progresivo de inicios de los setenta, pero que deriva después hacia un tono de banda sonora. Canciones suaves en su mayoría son las que integran el repertorio de este agradable y reposado trabajo, fruto del talento de músicos sólidos, que pareciesen haber estudiado cautelosamente la inclusión de cada detalle en los temas. El cierre con “Mixtaped” es reflejo de ello, obra de joyería que da buena cuenta que menos es más y de que basta un dúo para armar una bella poesía noctámbula.