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Después de tres discos, Faces Down (Astralwerks, 2002), Two Ways Monologue (Astralwerks, 2004) y Duper Sessions (Astralwerks, 2006), ya para la cuarta referencia de estudio esperábamos las nuevas canciones de “yet another norwegian songwriter??? -coros pegajosos y lindas melodías-. Pero algo pasó cuando el veinteañero Sondre Lerche descubrió el volumen del pitch del parlante junto con los efectos de pedal. Algo pasó y tenemos su nueva obra Phantom Punch (Astralwerks, 2007).

En su anterior entrega, el noruego se mostraba especialmente compenetrado con su banda, The Faces Down Quartet, mostrando una faceta de crooner jazzero -incluso atreviéndose con composiciones de Elvis Costello, Paddy McAlloon (Prefab Sprout) y Cole Porter-, bien alejada del guitarreo folk-pop a lo Jens Lekman de sus primeros discos. No esperábamos ruido, rápidas guitarras y baterías golpeadas de un cantautor que nos tenía acostumbrados a las melodías dulces, tranquilas y los buenos arreglos, en canciones como para escuchar con los padres en un picoteo dominguero. Lerche le da una vuelta más a su creatividad con un disco que, sorprendentemente en muchos de sus temas, le debe más a los primeros Yo La Tengo que al propio Lekman.

Con la ayuda de Tony Hoffer -antes productor de Beck, Belle & Sebastian, entre otros- Lerche nos muestra su propia versión de la experimentación musical, que a primera vista parece escasamente pretenciosa, a pesar de sus quiebres a veces forzados, y sorprende que recién pasando la veintena, sea capaz de hacerlo sin pontificar ni pretender descubrir la forma correcta de la evolución musical.

Ya incluso desde sus anteriores discos, Lerche se muestra como un especialista en esas canciones perfectas para bis de recital; aquellas con la típica e infalible estructura coro pegajoso, notorio quiebre y un final con guitarras eternas y emotivas para invitar al espectador a irse a casa con un dulce sabor a pop. En ese sentido, un par de canciones lo hacen recordando lo mejor de Two Faces Mologue, como ‘Tragic mirror’ y ‘After all’. Pero este disco, como vemos, sorprende en muchos sentidos. Un par de temas como ‘Say it all’ y ‘John, let me go’, muestran quizás la mezcla perfecta que propone la difusa dicotomía en que se planteó el noruego con su, digamos, aterrizaje el noise pop.

Después de la sorpresa de las primeras pasadas, uno queda con la sensación de estar frente a un paso más de un artista en una clara etapa de experimentación; ya lo hizo con el jazz, y hoy parece ser el turno de un indie rock cercano al noise, donde destacan en forma más pura la rapidísima ‘Face the Blood’ y claramente en el lánguido final que ofrece ‘Happy birthday girl’. En otras palabras, un disco que se recomienda escuchar olvidando previamente que quien canta es el mismo chico con pinta de modelo de revista que correctamente susurraba ‘Sleep on needles’.

A propósito de la amorosa ‘She’s fantastic’, Lerche se pregunta en qué puede contribuir, como un testigo, tal vez involuntario, de la adolescente necesidad de trascendencia detectable entre líneas. La gracia de Phantom Punch es que, si bien no parece ser el punto más alto de su incipiente discografía, la evolución que con este disco nos muestra surge como un canto de sirenas de lo que eventualmente puede lograr de seguir en el camino de la experimentación. Sondre es un artista inquieto capaz de detectar esa oscura e imposible fórmula del pop más refinado, lo que precisamente hace falta en un mundo dominado por el éxito fácil y los dos minutos de fama.