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Desde El Fuego Amigo (2003, El Ejército Rojo) hasta ahora, algo ha perdido y mucho ha ganado el poemario/cancionero de Antonio Luque. El sevillano ha renunciado a las sombras de la austeridad y al misterio de una discografía a media luz para dar vida a discos tan luminosos como El Mundo Según (2006, Mushroom Pillow) y Ronroneando, su última entrega y la más accesible de todas.

Después de años con la cabeza en la puerta, Antonio Luque ha firmado otra placa personal sin renunciar al sonido brillante de sus dos discos anteriores. Su voz (ahora en primer plano), los arreglos y sus letras no engañan. Estamos, nuevamente, ante el disco más pop de Sr. Chinarro. Una consecuencia esperada y que, de seguro, será reprochada por muchos. Pero, la verdad es que este es otro salto al vacío, porque para un tipo como Luque, volver al sótano de la inspiración y al sonido brumoso y cerrado de sus trabajos para Acuarela Discos no debe ser tarea compleja. Lo que debe complicarle ahora es sonar como un romántico sincero sin perder clase y sin renunciar a su propio universo, aquel espacio donde lo cotidiano se ve invadido por milagros.

En este sentido, Ronroneando es un trabajo arriesgado, otro paso de gigante hacia una estabilidad artística y también comercial. Luque ha apostado y ha ganado. Después de quince años, es un sobreviviente, porque con canciones como “Los ángeles” (con ese coro que se estampa en el cielo sin dificultad), el folk sobrenatural de “La parra marchita” y “San Antonio”, la celebración a tiempo de marcha de “El teórico” o el humilde e inmejorable final con “El alfabeto Morse” no deja lugar a dudas: con una buena mano no se puede perder.