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Tres amigotes canadienses, muy talentosos, cada uno con sólidos proyectos personales y de banda, se reúnen para formar un súper-grupo en las aguas revoltosas del indie-rock. ¿Peligro ante un disco pretencioso? Afortunadamente, no. La bestia, Swan Lake, es peligrosa por otras razones, y recién da sus primeros pasos, rugidos y gemidos bajo el sugerente nombre de Beast Moans.

Este era uno de los proyectos más esperados de 2006, considerando la fusión de potentes personalidades en juego, con una marca autoral de peso: Dan Bejar (Destroyer, New Pornographers), Spencer Krug (Wolf Parade, Sunset Rubdown) y Carey Mercer (Frog Eyes). Beast Moans te expone al tejido de las canciones como si recién hubiesen sido horneadas, como si los autores hubiesen dejado, intencionalmente, errores de tipeo en su enmarañado ensayo, manchones por doquier, falta de orden en las entradas y un soplo de navegante bebido en cada trazo. Es un experimento, y una muestra de lo que pueden hacer tres tipos creativos sin filtros ni prejuicios de productores más cuerdos. Desde ‘Widow’s walk’ se dejan caer con una lectura intensa de rock psicodélico, sin estructuras claras, invitando al descenso en un mundo de sonidos subterráneos, teclados análogos, piano, guitarras destempladas y mucho eco en las voces de fondo. Hasta la tercera canción, ya se capta el espíritu de colaboración, en ir alternando el rol protagónico de cantautor con el resto acompañando en instrumentos; sin embargo, cuesta agarrarle cariño a estos efluvios emocionales, muy difusos. Recién con la divertida ‘A venue called Rubella’ hay melodías más pegajosas, de pura psicodelia sesentera, con referencias cósmicas y un acento de Velvet Underground en el distanciamiento bajo el ácido.

Las cosas cambian – y se aclaran – a partir de ‘All fires’, donde Spencer Krug clava una balada difícil de esquivar, lenta y melancólica con guitarra acústica, en la senda de su brillante Shut Up I’m Dreaming Again (Absolutely Kosher, 2006). Entonces el álbum se vuelve francamente atractivo, y con la delirante ‘The Partisan But He’s Got to Know’ agarra una energía difícil de emular. Desde el arranque esquizoide, propio de Carey Mercer, hasta el quiebre final, con diálogo fracturado entre Bejar y Krug, se respira una belleza espeluznante que hiela los huesos, y ese es otro de los logros en conjunto de estos cantautores. ‘The Freedom’ retoma un tópico clásico para Bejar, y da un giro brusco con ‘Petersburg, Liberty Theater, 1914’, una instrospección de fragmentos líricos con un ritmo de marcha marcial que da solemnidad a un terreno desolado, cruzado de luces bíblicas.

En su descenso final, lleno de gases y azufre, el disco se torna más críptico, aclarando provisoriamente con ‘Are you swimming in her pools’, nuevamente bajo la batuta de Spencer Krug, quien asoma como líder en este conjunto de ideas y emociones volcánicas. Beast Moans podría ser más asertivo, pero funciona tal como es: una impronta efusiva para abordar los límites y derivaciones del genio a contra-corriente, rompiendo etiquetas y desplegando creatividad sobre el telón.