Nathan Williams es un tipo al que todo parece salirle fácil. Como en muchas historias de rocanrol, Williams trabajaba en un tienda de discos en San Francisco y por las noches hacía música, que aunque nunca aprendió a grabar muy bien la verdad no le importaba mucho. Porque este  tipo con pinta de skater quinceañero que parecía haber visto demasiadas veces ”Lost boys” tenía  Internet, y antes que uno pudiera decir “onda” su proyecto Wavves (y su otro Wavvves) ya eran un gran fenómeno.

Lo peculiar de este caso es que detrás de toda esta pelotera -que partió en “Best new music” en Pitchfork y que tuvo una apoteosis muy prematura en  su graduación de estrella de rock al colapsar en el escenario  por drogas en el Primavera 09- su anterior Wavvves (Fat Possum, 2009) es un tremendo disco.  No inventó el punk, pero lo hizo sonar fresco en su versión DIY de costa oeste gringa, esa que tiene mucho de estampados ochentenos de lobos aullándole a la luna, casetes de Black Flag y skaters veganos.

Por lo mismo, no hay que sorprenderse que  después de tan poco tiempo Williams vuelva con nuevo disco  y que éste suene sospechosamente bueno. Hay que asumirlo: Nathan Williams tiene algo especial. King of the beach mantiene el punk playero a la base, el sonido difuso y crepitante de su debut está medianamente aplacado y la producción de Dennis Herring (Modest Mouse)  le extrae ese certerísimo popero interior que no tenía tan oculto.

Haciéndose acompañar de la banda del difunto Jay Reatard, Williams explora facetas de pop ingenuo de los sesentas (“When will you come”), bailables al que bien podrían haber contribuido Architecture in Helsinski (“Convertable balloom”) y demuestra lo que mejor sabe hacer con su punk  transpirado  (“King of the beach”, “Post acid”). Todo esto, expandido en un universo de olas, surf, chicas de ojos verdes y cosas que importan una mierda, tal como canta Williams: “Preferiría estar surfeando en mi mente. Es tal la desfachatez con lo que lo dice, que uno empieza a pensar a Wavves como proyecto personalísimo de un tipo cuya mayor aspiración es, efectivamente, quedarse en la playa, lo que hace todo infinitamente más simple y convierte a Williams en un  aventajado del punk.