El próximo sábado 13 de mayo se realizará la primera versión del Festival Fauna Otoño en Espacio Riesco. Acá en Super 45 tendremos una cobertura especial de este festival porque vienen puras bandas que amamos.

Hace unos días se anunció la primera visita a Chile de una banda británica que escribió un breve pero interesante capítulo en la historia de la música. Acá repasamos su historia.

La historia de Slowdive empieza en la ciudad de Reading (Inglaterra), donde los cantantes/guitarristas Rachel Goswell y Neil Halstead, amigos desde los 5 años, comenzaron a hacer música a fines de los 80s con The Pumpkin Fairies, un proyecto más orientado al pop junto a Michael Cottle al bajo y Adrian Sell a la batería. Tras un par de autoediciones en casete sin mucha repercusión, el grupo se desarma pero las ganas de seguir adelante permanecen intactas para el dúo fundador, y en octubre de 1989 forman Slowdive junto a Adrian Sell y el bajista Nick Chaplin. Para cubrir el puesto de una tercera guitarra publicaron un anuncio en donde buscaban específicamente a una mujer, pero terminaron aceptando a Christian Savill, quien además de ser el único que respondió al aviso, afirmó estar dispuesto a usar vestidos con tal de unírseles. Con alineación completa, empiezan a trabajar un nuevo sonido, caracterizado por guitarras cargadas de distorsión y reverb, herencia de The Velvet Underground y los primeros The Jesus And Mary Chain, con las que revestían canciones impregnadas de una dulce melancolía.

Tras grabar un demo, empiezan a foguearse en el circuito local, hasta que después de telonear a los olvidados Five Thirty son contactados por un A&R de EMI Records, quien con una copia del demo en mano les consigue un contrato con Creation Records, nombre que será fundamental en esta historia. A los pocos meses, Adrian Sell renuncia para irse a estudiar a la Universidad, y el puesto vacante es ocupado por Neil Carter, enviado a préstamo desde la banda Colour Mary.

El 5 de noviembre de 1990, Slowdive publica su primer EP homónimo, formado por las grabaciones del demo original, que los convencían mucho más que el trabajo en estudio desarrollado hasta ese instante. Contrario a lo que vendría más adelante, el sonido ambiental y aletargado de Slowdive EP fue bien recibido por la crítica: Fue nombrado “Single De La Semana” en el desaparecido periódico Melody Maker y un entusiasmado Simon Williams los recomendaba en New Musical Express con frases como “Slowdive pueden hacer que Cocteau Twins suenen como Mudhoney.”

Con ese espaldarazo, los siguientes EPs lanzados en 1991 (Morningrise y Holding Our Breath) también recibieron buenas críticas, y la banda –con el baterista Simon Scott en reemplazo de Neil Carter- empezó a disfrutar del éxito, siendo considerados junto a bandas como sus compañeros de sello My Bloody Valentine como pioneros de una nueva movida, que también tuvo su lado poco amable: Los músicos fueron apodados con el mote de “shoegazers”, aludiendo a su estática presencia en escena, siempre mirando al suelo sin hacer contacto visual con el público; y se empezó a hablar de “la escena que se celebra a sí misma”, aludiendo a la nula rivalidad entre las bandas, que colaboraban mutuamente en sus discos, seguían los conciertos de sus colegas y más de una vez compartieron una buena ronda de tragos.

Desde este punto, las burlas y ácidos comentarios tomaron vuelo, sobre todo de parte de críticos que consideraban mucho más digno de atención buscar a los nuevos The Smiths en el incipiente brit pop y veían al grunge como la nueva salvación del manoseado concepto de “rock”.

En medio de conciertos y giras compartidas con bandas afines, Neil Halstead convenció al volátil Alan McGee (mandamás de Creation Records) de que estaban listos para grabar su primer LP, con lo que obtuvo luz verde para empezar la producción. La verdad era bien distinta: Slowdive no tenían ni una canción compuesta al momento de entrar al estudio, y todo se hizo sobre la marcha en seis semanas de trabajo. Pese a esto, Just For A Day (1991) no suena como algo hecho a la rápida, sino todo lo contrario: Desde el inicio de “Spanish Air” hasta el cierre con “Primal”, las voces evanescentes y las melodías cubiertas en capas de distorsión nos transportan por escenarios tan etéreos como la imagen de la portada, un clásico ejemplo de la estética ligada a las guitarras ruidosas.

Pese a recibir buenas críticas y quedar ubicado dentro del top 10 del ranking indie británico, este debut fue masacrado por mayor parte de la crítica, que prefería estar pendiente de lo que ocurría en Seattle en ese momento, y calificativos como “decepcionante” o “aburrido” se hicieron tristemente comunes a la hora de hablar de Slowdive. El rechazo se contagió incluso a algunos músicos como el desaparecido Richey Edwards de Manic Street Preachers, quien declaró sin asco “Odio a Slowdive más de lo que odio a Hitler.”

Después de una gira por Gran Bretaña y una primera gira por Estados Unidos teloneando a Blur, volvieron a casa con una gran carga negativa a cuestas: La gira americana estuvo llena de desaciertos promocionales por parte de SBK Records, el sello que licenciaba sus discos a este lado del Atlántico, con lo que las puertas de la radio y de MTV se les cerraron en la cara. Sumen a eso las implacables críticas que no paraban de tacharlos como una banda sin nada que aportar, y el resultado lógico es que las nuevas composiciones reciban toda esa mala leche. Esto quedó más que claro cuando presentaron el material terminado a Alan McGee, quien no dudó en calificarlo como “una mierda”, obligando a la banda a empezar de nuevo.

Así, deciden contactar a Brian Eno como productor, quien accede con la condición de que le permitan colaborar en las nuevas composiciones. Ansiosos por darle un nuevo aire a su música, aceptan y empiezan un nuevo proceso en donde todos los integrantes ayudaron a dar forma al maravilloso Souvlaki, lanzado el 5 de mayo de 1993.

Aunque en su momento volvió a ser blanco de malas críticas al mismo tiempo que fue objeto de nuevos sinsentidos por parte de SBK Records en Estados Unidos (El disco se publicó 8 meses después de su estreno en Inglaterra, con una campaña publicitaria inexistente) y fue opacado por el apogeo del Grunge y el Brit Pop –en esas mismas fechas apareció el debut de Suede- el tiempo le ha terminado dando la razón: Este es un clásico incontestable, que deja en evidencia lo mucho que la banda aprendió de su experiencia con Brian Eno. En donde el debut mostraba una clara depuración del dream pop de finales de la década anterior, Souvlaki lleva las composiciones a nuevas alturas, desde la delicadeza de “Machine Gun” y la dulzura de “40 Days” o “Alison”, pasando por la experimentación con sintetizadores en “Here She Comes” y “Sing” (cortesía de Mr. Eno), las reverberantes atmósferas de “Souvlaki Space Station” hasta la belleza de “When The Sun Hits” y la desolación de “Dagger”, una desarmante balada con guitarra acústica que documenta el fin de la breve relación sentimental entre Goswell y Halstead, que debieron seguir conviviendo durante la gira promocional.

SBK Records volvió a mostrar su tradicional desidia en la fase americana del tour, quitándole el piso a la banda a mitad de camino debido a las bajas ventas del disco. Slowdive no se amilanaron y siguieron adelante, financiando el resto de fechas con las ventas de una cinta en directo y un programa de la gira en donde se burlaban de su ahora ex sello estadounidense. Claro que esto dejó consecuencias: De vuelta en Inglaterra, un abrumado Simon Scott deja la banda a mediados de 1994, y es reemplazado por Ian McCutcheon, que se integra a las sesiones de grabación del que sería el último álbum del grupo hasta el momento.

Inspirado por las nuevas sonoridades exploradas por bandas como Bark Psychosis o Labradford, Neil Halstead depuró aún más el factor ambiental de sus composiciones para dar paso al álbum de la discordia. Pygmalion, aparecido el 6 de febrero de 1995, fue un disco que tuvo igual cantidad de críticas positivas y negativas, aunque gran parte del público no comulgó con el afán experimental de la placa. En una extraña cadena de eventos, Creation Records apoyó el lanzamiento del nuevo disco, pero una semana más tarde rescindió el contrato y despidió a la banda, tal como haría meses más tarde con Swervedriver.

No pasó mucho tiempo antes de que Slowdive comenzara a disolverse lentamente para dar paso a varios proyectos personales, desde las aventuras alt-country de Halstead con Mojave 3 hasta los experimentos ambient de Scott con Televise, o el más reciente proyecto de Rachel Goswell con Minor Victories, que nos mantuvieron con la espinita clavada de no haber podido verlos en directo, aunque disfrutando de su influencia en la psicodelia country de Mazzy Star, la electrónica de Ulrich Schnauss, la generación indietrónica del sello Morr Music, el pop ensoñador de Beach House o la escudería Captured Tracks, con Beach Fossils y DIIV como punta de lanza.

Unos cuantos años más tarde, las alarmas se encendieron en 2014 cuando Slowdive anunciaron formalmente su reunión para una serie de giras por Europa y Estados Unidos. Las fechas se extendieron en el tiempo y la química entre los 5 integrantes volvió a dar frutos, como deja en claro la canción “Star Roving”, primera composición nueva desde 1995, que es el primer adelanto de un inminente nuevo álbum. Ahora, la noticia de su primera visita a Chile en el festival Fauna Otoño 2017 es la oportunidad imperdible de presenciar toda su potencia en vivo y comprender totalmente la importancia histórica de la banda, con la lógica cuota de nostalgia. Más de veinte años después de su disolución, Slowdive están demostrando que siempre estuvieron en lo correcto.

Festival Fauna Otoño
Sábado 13 de mayo
Espacio Riesco
Evento en Facebook

Entradas en Puntoticket: Preventa 1: $25.000 + recargo
Preventas sin recargo en disquerías Needle y Sonar.

* Para facilitar el acceso a personas con movilidad reducida, los asistentes pueden contactarse a: [email protected]