franz ferdinand en buenos aires Martes, 28 de febrero, 2006. Durante la hora y media que esperé a los escoceses en el campo del mítico Luna Park -teatro de forma similar al Víctor Jara y el doble en tamaño-, la canción que más ansiaba era ‘This fire’. Pensé en ella durante las casi dos horas del show. La dejaron para el final. Y aunque no lo hubiesen tocado, daba exactamente lo mismo: el incendio fue extensivo de inicio a fin, y tras un bis de unas cinco a seis canciones, ni siquiera el prendido público bonaerense daba para más.

Este recital quedará como una de las experiencias musicales más gratas de mi vida y la razón es simple: la mayoría de las veces, en mitad de un concierto, siento ganas de irme, aunque esté demasiado bueno. Es un cortocircuito extraño que genera una distancia fría entre auditor y banda, y no es forzado, es muy natural. Con Franz Ferdinand no quería que la fiesta parara y había una frase estúpida en mi mente, auque con sentido: “esto es una teología de la liberación???. En serio. Confirmaron con creces las expectativas de un show solos, demostraron que no eran un producto de mercadotecnia inflada y súper exprimida a diferencia de U2 . Entraron con fanfarria, Kapranos de camisa roja destacando sobre el resto, arrodillándose en el escenario en el calentamiento, gloriosos de antemano y estilizadamente teatreros. Una vez que largaron no pararon. Partieron con repertorio 2005, ‘This Boy’, y era imposible estar a 10 metros de ellos si no querías agarrarte a patadas o salir desfallecido como muchos. Elevaron todo con el tercer tema, el hit más pegadizo de la nueva cosecha, ‘Do you want to’, y así fueron quemando ambos discos en una fiesta que daba el pie para bailar, si te echabas más atrás, como si de una disco mutante se tratase. Sólo dieron aguante en la mitad con la beatlesca ‘Eleanor put your boots on’, balada acústica que el público rollinga y los que no agradecieron por igual, y un aire circense, premeditadamente bobo en ‘I’m your villain’, para que Kapranos presentase a los miembros del grupo.

Claramente, las canciones del 2004 generaron mayor enganche en el repleto campo, pero creo que ellos mismos se impresionaban de cómo el público coreaba todo lo que lanzaban. Kapranos se movió por todo el escenario como niño hiperquinético, Nic McCarthy parecía un Ian Curtis enajenado y perdido en otras fiestas, muy guarro en la guitarra, acertado en su paso a los teclados (en que sumaron quinto integrante a ratos), el bombo de batalla de Paul Thompson no dio respiro, y desde su esquina, más tranquilo, Bob Hardy miraba a la audiencia sin gesticular tanto como sus compañeros concentrado en su bajo. Lo más destacable fue estar frente a una banda tan desordenada- a ratos, parecía que cada uno corría por su cuenta y el muro de sonido se deshilvanaba…- y más que art-rock, retro rock o cuánta tontera, lo que tenías en frente era punk al más puro temple de Sex Pistols, un bolo de acero y sudor que revivía las cenizas de The Fall. Sí, Gang of Four, Wire también, pero insisto, a ratos sentía que todo iba a estallar como si esto no tuviese nada que ver con el pop, y en eso influía la cercanía del escenario con el público. Peligroso…

Antes del tema final, McCarthy quedó sólo en batería mientras otros dos extraños compañeros empezaron a darle cuales The Rapture al hi-hat y platillos. Era el anuncio de ‘This fire’, y aquel “this FIRE is out of control, OF THE CITY, OF THE CITY??? parecía más una proclama política que un coro. Se despidieron con reverencia, dejaron a todas las nenitas platinadas con ganas de más fiesta. Ya no más fiestas ilegales, no más teloneos a bandas que merecen el entierro. La conclusión es clara: si un grupo tan en alza como Franz Ferdinand se pasea por nuestros vecinos países y tienes los morlacos para pagar, no lo dudes. Los productores de espectáculos chilenos saben menos de música que tú, eso es seguro.

Más info en este artículo/entrevista post concierto: “La palabra pop esta bastardeada”