El cantautor chileno publicará su tercer álbum “De algo hay que morir” a fines de agosto. Pero antes adelanta un nuevo single, “Me voy a Valparaíso”, junto a Erlend Øye.

Diego Lorenzini, músico oriundo de Talca y vinculado al sello local Uva Robot, ha dejado varias pistas de su anunciado tercer disco titulado De algo hay que morir, que verá la luz a fines de este mes. Tras compartir temas como “Billete de luca”, “Sí po” y “Pony”, el cantautor insiste con “Me voy a Valparaíso”, otra muestra de su próximo material.

En las últimas semanas y a través de las notas de prensa de Uva Robot, además de presentar canciones incluidas en su nuevo álbum, Lorenzini ha compartido algunas reflexiones sobre la industria y el trabajo como músico. “Narra los altos y bajos del oficio como músico independiente”, dice en la descripción de “Me voy a Valparaíso”, por ejemplo, una canción producida por Lorenzini junto a Martín Pérez Roa, que se suma a la serie de tracks extraídos de De algo hay que morir.

“Es paradójico ya que hacer música el 2019 es tan difícil como siempre y más fácil que nunca. Resulta imposible victimizarse cuando has tenido la posibilidad de ganarte la vida a través de la música, pero es tan difícil como siempre ya que la suerte de poder dedicarte a esto no quita que sea un desafío constante que requiere de mucha determinación y tozudez. Esto se suma a que uno no se está haciendo más joven, por lo cada vez hay más cosas que atender para mantener el barco a flote, así como también el bálsamo de la novedad deja de ser un aliciente a la hora de resolver las dificultades creativas, propias de la indecencia que para el mundo significa el envejecer”, nos escribe Diego Lorenzini desde Europa, donde se encuentra actualmente de gira.

Seguir con una carrera musical puede ser un trabajo arduo y extenuante, pero no todo está mal y Diego lo sabe: “Al mismo tiempo hacer música es más fácil que nunca porque la tecnología ha permitido que, si te mantienes despierto y curioso, cada día que pasa puedes realizar un trabajo de mejor calidad técnica de manera independiente, sin tener que poner en jaque la libertad creativa, por miedo a malgastar los recursos que antes eran necesarios para general un material de la misma naturaleza. Asimismo, la posibilidad de que todo el mundo pueda hacer música permite que dedicarse a esto cada vez se parezca más a tener un trabajo normal como cualquier otro y, por lo mismo, se ha vuelto más difícil perder la conexión con la realidad -a veces dura y a veces laxa- cuando a uno le va relativamente bien”.

¿Cómo se conectan estas ideas sobre la condición de músico independiente y las nuevas canciones de Lorenzini, especialmente la más reciente “Me voy a Valparaíso”? “Es una canción que aborda esto desde una trinchera tragicómica, ya que si bien narra las dificultades de un músico independiente, al mismo tiempo celebra la inocencia de esos embates, y hace las paces con la genuina ambición de querer dedicar la vida a hacer canciones. Cuando comencé a tocar junto a la banda de música no-experimental Los VariosArtistas hace casi una década, si bien también tocábamos a la par en Talca y en Santiago, fue en Valparaíso en donde por primera vez comenzaron a corear nuestras canciones en los conciertos. No eran más de diez o quince personas al comienzo, pero escuchar nuestras palabras viniendo de la boca de gente que no conocíamos fue tremendamente significativo para nosotros. Desde ahí en adelante el puerto insistió siempre en anticiparse con su entusiasmo por nuestras canciones lo largo del tiempo, ya que si bien el interés se propagaba luego a las otras ciudades, ocurrió lo mismo -en el mismo orden- con las canciones de Tus Amigos Nuevos, y sobre todo con las canciones de mi trabajo solista”, comenta.

Foto por Vicente Brogca. Foto portada por Manuel Daza.

Valparaíso. Canciones de odio

“Estoy contento me ha llegado un mail. No pagan nada pero dan de comer”. De esa manera comienza “Me voy a Valparaíso”, una aventura, tal como indica el epígrafe de la portada del tema, que seguramente se convertirá en uno de los emblemas de esta nueva etapa del talquino. “La idea primitiva de ‘Me voy a Valparaíso’ surgió espontáneamente, ya que nació a raíz de una invitación que me hizo el músico e ilustrador puntarenense Juan Carlos ‘Jota’ Ampuero, para tocar en un ciclo de música que estaba armando en Valparaíso. De hecho, toda la primera estrofa es súper mega ultra literal, ya que mientras la tarareaba sabía que en esa ocasión no me iban a pagar nada, pero que me iban a dar de comer y alojamiento. Hay gente que se pone contenta por otras cosas, pero para mí recibir un mail de un amigo invitándome a tocar a su casa en Valparaíso, es muy emocionante ya que gracias a esas humildes pero entusiastas gestiones creativas es que he podido terminar dedicándome a hacer lo que hago”.

Tanto en “Pony” como “Billete de luca”, e incluso en la aún vigente y hermosa “Viva Chillán, una crueldad innecesaria”, otras canciones recientes de Lorenzini, el músico utiliza una fórmula que juega con los elementos orgánicos o acústicos, tratando de innovar en la percusión. “Me voy a Valparaíso”, en tanto, sigue en esa línea, esta vez con la aparición estelar de Erlend Øye, con quien estrechó contacto tras la gira acústica del noruego por Alemania, cuando se hizo acompañar por la llamada Matiné Uva Robot, grupo de cantautores integrado por Niña Tormenta, Rosario Alfonso, Javier Bobbert y Diego Lorenzini. Rosario Alfonso y Javier Bobbert también participan en el tema, en voces y guitarra criolla, respectivamente.

Tras escuchar la emotiva “Me voy a Valparaíso” y el set de adelantos de De algo hay que morir, nos preguntamos si existe un hilo conductor en el próximo material del talquino. El músico responde: “Cuando empecé a trabajar en mi disco anterior Pino, me di cuenta que era la primera vez en que estaba escribiendo y grabando canciones de amor, tema al que le hice el quite todo lo que pude como cantautor. No es que no me gustaran las canciones de amor, de hecho muchas de mis canciones favoritas abordan ese tópico, pero también es un tema lleno de lugares comunes que requiere de una experiencia que no siempre he tenido para abordarlo de una manera original y honesta. Además es un tema muy delicado, ya que no hay nada más excitante que las fantasías propias y nada tan aburrido como las fantasías ajenas, por lo que si bien una buena canción de amor puede comenzar una relación, una mala canción de amor puede definitivamente desarmar otra. Ningún amor sobrevive a que te escriban o que te dediquen una canción de amor que te dé vergüenza ajena”.

¿De qué tratan entonces las canciones de De algo hay que morir? Lorenzini agrega: “Creo que en este disco he estado escribiendo más canciones de odio, lo cual tampoco había hecho mucho antes. Y con odio no me refiero a desamor, ya que si bien ambos tópicos son bastante comunes en la canción popular, hoy por hoy estoy muy lejos de sentir desamor, y me parece que el mundo ya tiene suficiente rencor romántico dando vueltas por sus parlantes. No así de odio, que si bien es un sentimiento lo suficientemente poderoso y legítimo para ser abordado constantemente en canciones, películas, teatro, pinturas y arte en general, para mí es nuevo como necesidad temática, y por primera vez me he sentido con la capacidad de abordarlo de una manera fresca y personal”.

Los nuevos temas de Lorenzini, como todo su cancionero, no pierden de todas maneras el humor, ironía y gusto por describir lo cotidiano: quizá algunos de sus rasgos expresivos más reconocibles. “Lo anterior no quiere decir que es un disco más oscuro, de hecho a estas alturas me parece irresponsable decir que el amor es algo bueno o luminoso, y que el odio es algo malo u oscuro, ya que hoy por hoy los límites de que significa cada cosa están cada vez más difusos. Es bastante claro que el odio está presente en todas partes y es uno de los principales motores que mueve al mundo actualmente, pero también veo que el odio más dañino nace del amor ciego por algo que no acepta excepciones a lo que se ama. Odiar es natural y en su justa medida también puede ser muy sano, ya que, tal como tiene el poder de mover las redes sociales de manera absurda, si se utiliza con sensatez debiera también tener el poder de movilizarnos y hacernos crecer”, aclara.

“En este sentido, pienso que las canciones en particular -y las artes en general- tienen la capacidad de representar, analizar, inculpar, polemizar, redimir y/o resolver esos sentimientos que muchas veces nos superan. Los mismos sentimientos que si no tuviesen una vía de desahogo reflexivo a través de la ficción se expresarían de manera destructiva en la realidad. Supongo que si hay un hilo conductor en De algo hay que morir es eso, el jugar musicalmente con el odio desde una vereda cotidiana más luminosa que oscura, ya que si bien hay espacio para el humor negro, el trabajo en las letras, las melodías y el ritmo no vienen desde el rencor, si no más bien desde la empatía. En el fondo, es un disco que aborda el odio con mucho amor”.