Movistar Primavera Fauna @ Espacio Broadway Gabriel Pintonoviembre 25, 2014BlogDestacados8 comentarios Movistar Primavera Fauna @ Espacio Broadway Sábado 22 de noviembre Mira acá las fotografías de Rodrigo Ferrari Ya finalizada la cuarta edición del festival Movistar Primavera Fauna, empiezan a quedar más claras las intenciones y el público objetivo de esta instancia. Si alguna vez alguien pensó que el festival Movistar Primavera Fauna iba a estar enfocado en gustos masivos, se equivocaba: la idea de este festival, tal y como quedó comprobado en el sábado pasado es explotar la idea de que la música independiente/alternativa tiene espacio y convocatoria de sobra, en un espacio que garantiza seguridad, evita las aglomeraciones de público y cuyo principales enemigos son el clima y el polvo. Ahora bien, lo que permanece siendo un misterio es cómo a pesar de las continuas mejoras en la organización del festival, se insiste en traer de relleno a números débiles en lo artístico (no necesariamente los menos populares), que más parecen satisfacer el capricho de los auspiciadores que el del público asistente. Pero esto, más allá de las pertinentes observaciones, fue un festival que se dividió en tres partes (y media). Parte I: La extrema calma Si no hay mención alguna al show de Pond – la primera presentación internacional del día -, no se debe tanto a la hora en que se presentaron, como a la demora en el ingreso al recinto del festival: un “taco” de autos, buses y taxis, que se extendió por casi 20 minutos, impidió acceder con rapidez al Espacio Broadway. Tras eso, y luego de un confuso incidente en el proceso de acreditación, que fue solucionado gracias a la inmensa generosidad de una de las encargadas de la producción, no existieron mayores problemas para presenciar el show que los neoyorquinos Beach Fossils entregaron en “el escenario de los colchones”, como lo llamaron ellos mismos. La propuesta del cuarteto, sin desmerecer su sentido del humor y un espíritu extremadamente juvenil, se quedó a medio camino entre un power-pop de hálito playero y un dream-pop de baja fidelidad. No es que aburrieran, pero si las canciones de su repertorio llevan títulos como “Daydream”, “Careless” o “Sleep apnea”, nadie esperaría que incendiaran el ánimo de los asistentes. Cosa que si ocurrió con Omar Souleyman, el personaje más curioso de este festival. Su música, alejada de la hegemonía house y techno que ha predominado durante estos años en el escenario de la piscina, puso a bailar a la multitud de personas que fueron a ver su show. Con elementos mínimos – apenas un par de sintetizadores y unas bases síncopadas -, el nombre de Souleyman fue incluso vitoreado por varios de los asistentes, algunos de los cuales llevaban incluso pancartas con su cara. Exceptuando la presentación de Mostro + Aguayo el año pasado, ¿ha despertado algún otro artista o DJ en el escenario de la piscina algún fervor parecido? Real Estate no son una banda para festivales. No porque su propuesta no sea sólida (lo es) o no suene bien en vivo (lo hace), sino porque su música – cálida, calma, íntima -, se desvanece en un escenario al aire libre. Sin haber asistido, es casi seguro que en el show que dieron al día siguiente en la Ex-Oz, su propuesta sonó más cohesionada y tuvo una mejor recepción entre los asistentes. Lo de Erlend Øye ya es un número seguro. En Chile, además, el noruego juega de local: el público disfruta, reconoce y corea cada uno de los temas que presenta junto a su banda, The Rainbows. Además, Øye no es tonto: sabe que puede llevar sobre el escenario reversiones de Kings of convenience, The Whitest Boy Alive o Röyksopp, y no defraudar. Ahí radica su principal carta: Øye es un intérprete que entiende los tiempos, su público y el papel que juega su figura en todo esto. Tal como hizo notar, su show se trata sobre lo que ÉL hace y no sobre sus colaboraciones. Parte II: Las tensiones Si durante el día, primó una idea casi “veraniega” de la música independiente, a medida que la noche se acercaba, las guitarras empezaron a tomar más protagonismo. Pero no de la manera que se esperaba: si alguien creía que Yann Tiersen interpretara alguna de sus piezas para Amélie, se equivocaba: el francés se cuelga de un post-rock bastante insípido, en el que pretende más de lo que realmente es capaz de ofrecer. Cuando en el backstage y tras finalizar su show, se acercó a pedir un “té sin teína”, fue difícil evitar no hacer comparaciones sobre lo visto en el escenario. Por suerte, Mogwai llegaron a poner los puntos sobre las íes. Si en sus dos presentaciones anteriores, los escoceses lograron demostrar por qué terminar con trauma acústico en un espacio cerrado es algo que vale la pena, aquí, al aire libre, su sonido no tenía limitaciones. Por momentos, parecía que ni siquiera el aire circulaba entre esa muralla sónica que construían (y destruían) a cada segundo. La imponente “I’m Jim Morrison, I’m dead”, justo a la mitad de su show, dejó la vara en lo más alto. Resultó casi absurdo (y si, falta de respeto) que una banda menor y totalmente irrelevante como The Lumineers (¿no es su one hit wonder aquel que musicaliza la campaña de uno de los auspiciadores del festival?) se presentara en uno de los escenarios principales, mientras Electrodomésticos fue relegado al pequeño escenario nacional. Pese a eso, no se dejaron amedrentar. Por el contrario, pareciera ser que el show de Mogwai los hizo pararse con mayor fuerza y energía sobre el escenario, como si tuvieran que demostrar por qué llevan más de 30 años de intermitente y sólida carrera, coqueteando de igual manera con el rock como con la electrónica experimental más cruda y siniestra A pesar de lo conservadora de su propuesta (rock sicodélico sesentero, con guiños stoner), con cada visita a nuestro país, el número de fanáticos de Tame Impala sigue aumentando. A falta de mayores explicaciones a este extraño fenómeno, acá van dos hipótesis. La primera es que, a pesar de que sus influencias están manoseadas hasta el hartazgo por numerosos grupos alrededor del mundo (la escena neosicodélica chilena, sin ir más lejos), los australianos logran diferenciarse de ellos porque saben hacer canciones de tres minutos y no jams interminables. La segunda, y más justificada, es que en vivo son una máquina perfectamente engrasada: no temen darlo todo, suenan inmensos e incluso el más apático espectador, puede disfrutar su show como un adolescente desbocado. Parte III: La fiesta que fue (y la que no fue) Tal como se mencionaba al inicio de esta reseña, si hay un enemigo importante en el festival Movistar Primavera Fauna, ese es el frío. A la medianoche, gran parte de los asistente se había retirado y aquellos que aún quedaban dando vueltas, buscaban calentar el cuerpo bailando. Las opciones a esa hora eran tres: Matanza (en formato live), Floating Points e Icona Pop. El trío chileno ha entendido muy bien que su propuesta – house tribal y folclor latinoamericano – hace eco en gran parte de del público que asiste al festival Movistar Primavera Fauna: jóvenes delgados y bien bronceados. Por lo mismo, bien poco importan los méritos artísticos que presentan sobre el escenario (que los tienen), si una línea de bajo gruesa va a poner a la asistencia en movimiento. Lo de Floating Points, bien juega en la liga opuesta: aún en formato DJ, el inglés Sam Sheperd se permite desarrollar un clase muy educativa con de jazz, dub y techno. Hace bailar, sí, pero tan interesante como mover los pies al ritmo de su selección era tratar de saber qué pasaba por su mente al momento de elegir cada tema. El show de las suecas Icona Pop, a falta de una mejor palabra para definirlas, fue lo más rasca del festival. Si, rasca. Y no, no hicieron nada por ocultarlo: cantaron con playback todo el tiempo (en los micrófonos solo se escuchaba los ¡COME ON, SANTIAGO! y expresiones similares), no bailaron y el DJ llevó todas sus canciones a versiones EDM, justo el género que los productores del festival más se habían vanagloriado de evitar a lo largo de estos años. Otra banda con un one hit wonder, otra banda para el olvido. 2 Many DJs empezaban el cierre del festival con un regalo: “Estrechez de corazón” de Los Prisioneros. De ahí en adelante, el desfile de artistas y referencias fue, como siempre, una locura: punk germano, DJ Hell, Aphex Twin, UK garage, deep house, techno… y lo que se cruzara por delante. Lo único que uno se pregunta es si su fórmula da para más o si han llegado ya a un punto de estancamiento. Solo el futuro tendrá la última palabra. Y, finalmente, el gran lujo del festival. La joya para el cierre. Lo mejor y más sólido. El temor a quedar corto de elogios para la presentación de Four Tet, es algo real. Hoy, cuando la música bailable tiene sus días contados, Kieran Hebden parece sacar uno y mil trucos debajo de su manga para revivirla. No es sólo lo que hace sobre el escenario, sino cómo y por qué: con equipos mínimos, Four Tet construye una “atmósfera” bailable, en donde conjugaba muy bien el protagonismo entre la melodía y la música. Es lamentable que su presentación empezara tan tarde (después de las 2AM), no porque hubiese poca gente, sino porque a esa hora el cansancio y el frío podían más. Y si, mientras algunas propuestas de este festival quedaron para el olvido, lo de Four Tet – al menos en término de música electrónica – se cuela entre lo mejor del año. Parte 1/2: Es mejor tener amigos que plata en el banco A estas alturas, comentar que conocer y conversar con Four Tet ; ver a los miembros de Real Estate y Beach Fossils apostando plata en un juego de dados; reírse de buena gana con el “fuck off!!” que los miembros de Mogwai le hicieron a estos últimos; apreciar la belleza de Melody Prochet (de Melody’s Echo Chamber) en vivo; y disfrutar de la camaradería generalizada en el backstage solo sumaron más y más puntos para hacer de esta, una de las ediciones más disfrutables del Movistar Primavera Fauna para quien escribe, sería un acto soberbio. Oh. Mira acá las fotografías de Rodrigo Ferrari