Peter Shapiro
Caja Negra, 2015
416 páginas
Lo encuentras en www.nuevaltamira.cl

Hay días que tengo saudade. De la de Toquinho, Joao Gilberto y Maluco. Saudade de esas categorías bien delimitadas, donde la guillotina del buen gusto acababa con cualquier cabeza bailable. Entonces lo bueno era lo serio y profundo y hang the dj, disco sucks y mira que no pienso poner cara de feliz mientras toco, aunque lo esté. Que la gente ni vaya a pensar que disfruto lo que hago, por favor.

Pero no. Nada es tan simple. La verdad, aunque ellos “no decían nada de mi, ni de mi vida”, como clamaba un tieso como Morrissey; en esa pista de baile se fraguaron cambios importantes. Con plataformas, brillos y coreografías para ruborizarse, es cierto. Pero cambios que, escondidos detrás de muchas lentejuelas, permitieron que minorías sexuales, sociales y raciales ocuparan su propio Caballo de Troya para contar algunas verdades con buen ritmo. Que como decía el bueno de David Byrne en “Life during wartime” (con unos Parliament camuflados en la banda) hay pocas cosas peores que, en época de guerra, no haya fiesta, ni disco, ni gente tonteando por ahí.

Una invitación a pensar en el disco, como un género ideal para el aperturismo socio-sexual es lo que planteó Peter Shapiro en Turn the beat around de 2005 que, una década después, tenemos en versión castellana como La historia secreta del disco. En sus enciclopédicas 400 páginas (y con letra pequeña para terror de los fans de Germán Garmendia y Pepi La Fea), el autor de otros destacados libros sobre música negra y electrónica desmenuza con tranquilidad y muchísimos datos todas las aristas del fenómeno. Ya fuese por el clima de efervescencia por los derechos civiles, la necesidad de escapismo por las crisis económicas o el relajamiento en las libertades sexuales y de consumo de drogas, para Shapiro la pista de baile se transformó durante la década de los 70 en EL espacio donde resolver esas contradicciones que el domingo en la mañana eran imposibles de recordar.

Para evitar la temida revaloración, mitad nostalgia mitad gusto por la junk food que anima lo que llamamos kitsch, Shapiro opta por hacer una revisión exhaustiva que si bien parte, como siempre se debe, en The Loft y David Mancuso, también habla de los swing kids en la Alemania nazi, los anfetamínicos pasos del northern soul en Inglaterra y los primeros choques de las estrellas soul como Marvin Gaye con la negritud bonachona tipo Motown. Claro, entremedio está KC, la campaña “Disco” de Jimmy Carter en el 76, el roller disco y, quizás, el vestido metálico de Raquel Argandoña si es que el autor hubiese sabido de ella. Pero eso es lo que llaman “holístico”, ¿no?

Desde lo musical, resultan interesante las páginas que dedica a cómo, dentro del formato estandarizado que tomó el género en sus años de éxito, se permitieron innovaciones imposibles en otros ámbitos. Ya sea desde la figura del dj y el remezclador como un elemento esencial en el proceso de una canción o en la manera en que el pulso bailable servía de coartada para saboteadores como James Chance, Arthur Rusell o ESG; la conexión entre disco e indie se aclara de una vez por todas. Para qué hablar del hip-hop y la electrónica, que tomaron las coordenadas del género para difundirlas en direcciones insospechadas. O sea, que no es culpa del disco que tú lo hayas conocido por Jamiroquai y sus sombreros.

Bien podríamos citar aquello de Emma Goldman sobre que “si no puedo bailar, tu revolución no me interesa” para que, descontextualizando, le diéramos un valor algo excesivo a patas de elefante y plataformas varias. Y, pensándolo bien, eso es lo que definitivamente haremos. Si lees con calma el verdadero trabajo de amor de Peter Shapiro, queda más que claro que, como dice él, en la pista de baile se vivió “el último período de hedonismo desenfrenado que existió y existirá en nuestro tiempo”. Varios se persignarán, pero en ese paréntesis de irracionalidad y relajo es que las comunidades latinas, negras, gays y vaya a saber uno qué otro maltratado en la América blanca pudieron tener algo de exposición y crédito. Lo que no es nada de malo, si lo piensas. Sobre todo cuando ello iba acompañado de un ritmo divertido. Y, por último, si no te mueves con maravillas como “You should be dancing” o “Boggie Wonderland”, tampoco es que podamos hacer nada al respecto.

La historia secreta del disco está disponible en librería Nueva Altamira, ubicada en Las Urbinas 23, local 64, Galería Drugstore, Providencia y en su sitio web www.nuevaltamira.cl