Si hay un género estancado hoy, ese es el R&B. Penoso es encontrarse por cada buen single, un disco con una decena de insípidos tracks. Aparentemente al gran público no le molesta, por ende menos se molestarán los “artistas”. Todo se convierte en aburrimiento, diagnostico compartido por Erykah Badu, una de las diosas que la industria miró con buenos ojos hace diez años para renovar estética y comercialmente el género. Pero ella nunca estuvo en sintonía con lo que la industria buscó y a pesar de tener hits radiales en Estados Unidos, Badu se ha mantenido desafiante, inquieta, incluso excesiva, lo cual explica por qué los mismos que llenaron de Grammys su debut Baduizm (1997) han terminado apoyando más a las Alicia Keys y Beyonces, voces de pobres ideas y altas ventas.

Si dejamos al estado del mainstream aparte, la crítica de Badu al hipotecar una y mil veces la misma formula queda representada proactivamente en el adecuado giro que la soulwoman hace mirando de frente al hip-hop y el funk en su cuarto disco. Con colaboradores de notable experiencia en la música negra como 9th Wonder, Sa-Ra, Mad Lib y el desaparecido J Dilla, no es de extrañarse el vital acercamiento del primer estamento de la saga New AmErykah a estas zonas. Muchos de estos productores ya han trabajado con ella, por lo que la complicidad en búsqueda del equilibrio entre lo sensual y lo extravagante da buenos resultados. Este redescubrimiento sonoro emprendido por ellos convence porque ni siquiera en los “gustitos??? que se da permiso Badu (la extraña canción-intro que es “AmErykah promises??? o la suerte de improvisación al final de “Me???) encontramos a una artista forzándose de más por no sonar convencional. Si hay algo que triunfa en New AmErykah part one es la naturalidad de ser más actual que muchos contemporáneos.

Sin ser un álbum conceptual, lo que define New AmErykah es una visión oscura de la situación sociopolítica de la Norteamérica de este siglo. Dicho por su autora, esta primera parte (subtitulada 4th world war) es más mental, cerebral, manifestado en una diversidad de uniones sonoras que se acomodan dentro del campo soul. “The cell”, por ejemplo, presenta una cara derechamente ochentera gracias a su riff, mientras que el beat y voz cadenciosa expuesta en “The healer” y especialmente en “Telephone” (ambas, colaboraciones póstumas de J Dilla) están dentro de lo que uno podría esperar de Badu. Pero es el hip-hop que se impone en muchas ocasiones dentro del disco: en “Twinker”, “Soldier” o “Master teacher”. En este sentido, New AmErykah es el disco que pone en clave femenina y de tinte sicodélico los logros que OutKast obtuvo en su fenomenal Stankonia (2000). Ambos discos funcionan en el mismo sentido expansivo de no amarrar la forma de interpretar el hip-hop (y en el caso de Badu, el soul) a convencionalismos.

El video que promociona el primer single del disco, “Honey”, hace una vistosa revisión de clásicos retratados con la cara de Badu. Todos ellos, desde Funkadelic a Nas, pasando por De La Soul, Grace Jones y Diana Ross, se caracterizan por su respetuosa al mismo tiempo que ingeniosa lectura de la música negra. La nostalgia que emana del video está en el mismo tono que las vueltas dadas en New AmErykah part one. En este intenso y revelador álbum, Erykah Badu ha hecho un salto cualitativo hacia nuevas frecuencias, que no son la respuesta una década después a lo que se llamó neo-soul por parte de una de sus impulsoras, sino de la un aire de frescura que necesitaba con mucha urgencia un género estancado.

Se espera con ansías la continuación de 4th world war (subtitulada Return of the ankh, a publicarse en algún momento del segundo semestre del 2008) para cerrar el círculo del más ambicioso proyecto de una artista que nunca escatima riesgos en su música.