Bob Stanley
Turner Ediciones, 2015
745 páginas
Lo encuentras en www.nuevaltamira.cl

Partamos por lo primero: Bob Stanley —crítico musical inglés de The Guardian y The Times, además de tecladista del trío indie pop Saint Etienne— tiene muy claro que es una locura tratar de sintetizar toda la historia de la música pop en un solo libro. Él mismo escribió en el Guardian un artículo sobre la insensatez de hacerlo, y fue su agente quien le dijo que, por lo mismo, él era el indicado para intentarlo. Currículum no le faltaba: había escrito por años para las principales publicaciones musicales británicas (Mojo, NME, Melody Maker), tenía una colección enorme de revistas y vinilos, y también la edad justa (51) para haber presenciado de primera fuente los años más tumultuosos del pop. Aun así, mirando el ladrillo de casi 750 páginas que es el libro, una no puede dejar de preguntarse cómo lo hizo Stanley para abordar algo que parecía de locos (Brian-Wilson-era-de-Smile loco) por lo extenuante y amplio del tema. Y lo resolvió de la única manera en que puede salir airoso alguien que se mete con los “grandes temas”: hablando desde su experiencia personal, creando una historia muy propia en base a su cariño militante por sus objetos de estudio y poniendo en primer lugar sus opiniones (chistosas muchas veces, otras muy crueles). Con eso, no pisa el palito de ser un compilador objetivo —que habría sido una lata— y convierte al libro en una delicia para amantes de la música con ganas de ver el pop como un fenómeno cultural.

Yeah! Yeah! Yeah! va de lo siguiente: hace un arco de la música pop a través de los sencillos más tocados y artistas ad hoc, comenzando con Bill Haley y sus Cometas en los años cincuenta, con la explosión moderna de los sencillos, para terminar con el R&B de Beyoncé, la implosión del pop y la imposibilidad de definir tendencias, porque todo se ha vuelto inmediato. ¿Cómo llegamos a este lugar? Pues bien, eso es lo que Stanley nos cuenta en una historia que no es lineal, sino que va avanzando en círculos que convergen, y que a medida que transcurre el siglo XX aprende a beber de su propia trayectoria, como un ouroboros.

Para evitar que reviente la cabeza del lector, el autor separa los capítulos por géneros, con estándares como el garage rock y punk y cobertura amplísima a otros tradicionalmente ninguneados, como los grupos de chicas de la Motown y Stax, el sonido Brill Building, el house y techno, el hip-hop y el R&B. Si alguien soñó alguna vez entender el diagrama de las bandas claves que hacía Jack Black en el film “Escuela de rock”, pues este es su libro.

Con anécdotas sabrosísimas —la mejor es, por lejos, la profundamente emocionante Navidad de 1977 que vivieron los Sex Pistols en Huddersfield— y una lúcida mirada de la música como industria, Stanley dibuja un fluido y completo panorama gracias a que zanja desde un comienzo que no va a hacer una separación entre pop y rock, ya que si “uno graba discos, sean sencillos o álbumes, y los promociona actuando en televisión o saliendo de gira, es que se dedica al pop”. Es una solución simple, elegante, que termina con esas discusiones bizantinas de qué es qué, se echa el rockismo al bolsillo y pone toda su fe en el progreso del pop como la forma de arte más importante de nuestro tiempo.

Pero esa misma personalísima discografía puede ser un arma de doble filo para los lectores. A nadie le sorprenderá el amor profundo que le profesa Stanley a los Beach Boys y Brian Wilson, al tiempo que despliega toda su sorna para darle en las canillas a U2 y Bono, pero varios podrían crisparse por el ninguneo a gente como Velvet Underground (¡no tienen su propio capítulo!), New York Dolls (¡son un pie de página!) o Radiohead (los encuentra una lata). Y vaya qué extraño: se da el lujo de dedicarle un capítulo entero a los Weeny Boppers y los grupos de chicos, con la saga seminal tristísima y chistosa de los Bay City Rollers, y otro para los Bee Gees, con su tragedia de credibilidad erigida como una lucha del espíritu creativo por sobre las limitaciones de la psiquis y la crianza. Y claro, lo que en otro escritor no hubiesen sido más que notas al pie, acá son los dos mejores capítulos del libro por lejos. Y además hay que tener en cuenta que Stanley es inglés, y aunque el foco de esta historia es anglófilo, haciendo el paralelo entre el pop de EEUU y Gran Bretaña, claramente está ladeado hacia la isla (Stanley es un firme creyente de que el punk surgió en UK. En fin).

Yeah! Yeah! Yeah! no es una obra perfecta. Stanley se pega un buen tropezón en su tratamiento de las mujeres, a las que muchas veces describe como un adolescente baboso, con lo que su visión inclusiva del pop se cae en algo básico y cuesta no enojarse con caracterizaciones que tienden hacia la cosificación (nótese la ambivalencia con que el autor idolatra a Blondie y la figura de súper guapa de Debbie Harry). Además, la traducción no ayuda. El lenguaje de Stanley es coloquial y está vivo, con ese argot que distingue a los rockeros y poperos, pero aquí se diluye a veces en un slang orientado al público español (¿qué serán los “jerseys de pico”?), junto con demasiadas palabras que quedan perdidas en la traducción.

Otra falta es que el autor se atribuye el estar describiendo la historia del pop moderno, pero solamente lo hace del surgido en EEUU y Gran Bretaña, ciego al desarrollo y contribuciones del pop de otras regiones del mundo, aunque incluya algo de Europa y Jamaica. Aun así, es un libro importante y valioso, porque tiene la osadía de poner en un mismo arco el pop completo, con sus glorias y vergüenzas, con todas sus muertes y estrellas, con su vacuidad y arte, todo en un conjunto que parece muy vital. Esa mirada permite entender, a través de esta lectura enorme, cómo la historia del pop se vuelve circular, reciclándose a sí misma, lo que da luces de lo que puede suceder en el futuro. Esta por verse cómo se escribe esa historia hoy desde la periferia.

Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno está disponible en librería Nueva Altamira, ubicada en Las Urbinas 23, local 64, Galería Drugstore, Providencia y en su sitio web www.nuevaltamira.cl