Stephen Witt
Contra, 2016
328 páginas
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A mediados de noviembre de 2016 cerró What.cd. Con un escueto mensaje en Twitter, no solo anunciaban la destrucción de sus bases de datos sino también el cierre definitivo del que fue probablemente la biblioteca de música grabada más importante, completa y meticulosa hecha nunca en la historia contemporánea.

Como era de esperar en un sitio ilegal para los cánones actuales de las leyes de derecho de autor, las causas de su cierre no son cien por ciento claras.

El dramático cierre de What.cd encaja perfecto con la lectura de Cómo dejamos de pagar por la música (Editorial Contra, 2016). Stephen Witt, reconocido usuario de Oink’s Pink Palace, construye su libro a través de la tensión entre la historia de aquellos que hacían posible las filtraciones de discos, con la de quienes lideraban la industria musical, en caída libre producto de la piratería rampante.

El libro comienza con la aventura de un grupo de académicos del Instituto Fraunhofer liderados por Karlheinz Brandenburg, quienes, sin advertirlo y perdidos en los desafíos de la compresión digital de audio, terminan inventando el que sería el estándar del intercambio de archivos de audio de nuestra era. Es imposible pensar en los cambios profundos que tendría la industria musical sin estos investigadores alemanes, quienes paradójicamente quisieron generar un modelo de negocio basado en licencias para el uso del MP3.

Años después, en una fábrica de discos compactos de Polygram ubicada en Carolina del Norte, un operario llamado Dell Glover comenzó una actividad para tratar de paliar los diez dólares la hora que le pagaba la discográfica por empaquetar discos. Burlando las estrictas medidas de seguridad de la planta -y, asumámoslo, también ciertas normas estéticas básicas- bajo la hebilla vaquera de su pantalón podía ocultar de los guardias un par de discos birlados de la cinta de embalaje. Un par de contactos en canales de chat de IRC, y el resto de la historia es conocida.

Pero el verdadero protagonista del libro de Witt es Doug Morris: “De Stevie Nicks a Taylor Swift, prácticamente no había un solo artista importante en las últimas cuatro décadas con el que ese hombre no hubiera tenido algo que ver.” Esto sin incluir, por cierto, el haber podido regentar con autoridad en negocio del hip hop por completo durante un par de décadas, sino también creando Vevo, ese servicio que permite a Youtube transformarse en un vasto repositorio de música popular debidamente licenciada. Es llamativo que el grueso del libro se concentre en las peripecias de vida y en las agresivas estrategias comerciales de Morris que lo han llevado a seguir aun en estos días en la industria musical. Si bien es indudable su rol clave en la construcción de buena parte de la industria musical del siglo veinte, Witt parece mirar con desdén no sólo la historia de fracasos y abusos asociada a esta industria musical, que tuvo que aceptar que vinieran otras industrias (Apple, Spotify, etc) a salvar un negocio en decadencia.

Stephen Witt se propuso contar una historia original. En Cómo dejamos de pagar por la música se documenta una parte de este proceso, teniendo especial cuidado en la historia de la industria y mirando con cierto desdén la de los anónimos participantes de un proceso donde el dinero y la ganancia comercial les eran ajenos. Probablemente es una historia que queda aun por contar. Por lo pronto, el libro de Witt es un repaso -minucioso en ciertos pasajes, distante en otros- de procesos que aún distan de estar resueltos y donde las fronteras de lo legal y lo ilegal, hasta ahora, la marcan los ganadores.

Cómo dejamos de pagar por la música.

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